La poesía humana y comprometida de César Vallejo
Por Laura Brosio
El 16 de marzo se cumplieron 129 años del natalicio del poeta peruano César Vallejo, una de las grandes figuras de la lírica hispanoamericana del siglo XX. Todo en su obra es original y personalísimo. Sus versos retratan la impronta de su personalidad torturada y de su exacerbada sensibilidad ante el dolor propio y colectivo.
Su nombre completo era César Abraham Vallejo Mendoza. Nació en la localidad de Santiago de Chuco, perteneciente al departamento de La Libertad, en 1892. Fue el menor de once hermanos. Su apariencia mestiza es la conjunción de sus abuelas indígenas y sus abuelos gallegos.
Sus padres querían que Vallejo se dedicara al sacerdocio, lo que el escritor aceptó con mucha ilusión en su primera infancia. A ello se debe que existan tantas referencias bíblicas y litúrgicas en sus primeros versos. Sus estudios primarios los realizó en el Centro Escolar N° 271 de su pueblo natal. En tanto, la secundaria la cursó en el Colegio Nacional San Nicolás situado en Huamachuco.
En 1915, después de obtener el título de Bachiller en Letras –con la tesis El romanticismo en la poesía castellana-, inició estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Trujillo y de Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos pero abandonó ambas carreras para instalarse como docente en Trujillo. En 1916 frecuentó en dicha ciudad al grupo de jóvenes intelectuales bohemios conocido como Grupo Norte, integrado por Antenor Orrego, Macedonio de la Torre, José Eulogio Garrido, entre otros. Publicó sus primeros poemas en los diarios y revistas locales, algunos de los cuales fueron recogidos por publicaciones de Lima. Se enamoró de María Rosa Sandoval, quien fue la musa inspiradora de algunos poemas de Los heraldos negros, su primer libro, publicado en 1918.
En Los heraldos negros son patentes las influencias modernistas, sobre todo de Rubén Darío, a quien siempre admiró, y de Julio Herrera y Reissing. Este poemario contiene lo que será una constante en su obra: la solidaridad del poeta con los sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión contra la sociedad. Circularon relativamente pocos ejemplares pero el libro fue bien recibido por la crítica.
En esa época conoció a lo más selecto de la intelectualidad limeña. Se vinculó con Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui, con quienes forjó una profunda amistad. Asimismo, publicó algunos de sus poemas en la revista Suramérica.
En 1920 retornó a Santiago de Chuco. En agosto ocurrió un incendio y un saqueo de una casa del pueblo, suceso del cual se lo acusó injustamente. Vallejo pasó tres meses y medio en la cárcel, durante los cuales escribió otra de sus obras maestras, Trilce (1922), un poemario vanguardista que supone la ruptura definitiva con el Modernismo.
Trilce anticipó gran parte del vanguardismo que se desarrollaría en las décadas de 1920 y 1930. En este libro Vallejo lleva la lengua española hasta límites insospechados: inventa palabras, fuerza la sintaxis, emplea la escritura automática y otras técnicas utilizadas por los movimientos dadá y suprarrealista. Adopta el verso libre y rompe violentamente con las formas tradicionales con el fin de trasmitir profundas emociones. Así, están presentes en esta obra recuerdos infantiles, la pasión erótica, la angustia de la cárcel, la opresión del paso del tiempo o la muerte. El libro fue recibido tibiamente por la crítica, que no alcanzaba aún a comprender la literatura de vanguardia.
En 1923, tras publicar las estampas y cuentos de Escalas melografiadas y la novela corta Fabla salvaje, Vallejo se embarcó rumbo a Europa, de donde no regresaría más. Sus ingresos siempre insuficientes provenían del periodismo y de su labor como traductor. En París inició su amistad con el escritor español Juan Larrea y con Vicente Huidobro. Asimismo trabó contacto con Juan Gris, Pablo Neruda y Tristan Tzara.
En 1925 comenzó a trabajar como secretario de la recién fundada Los Grandes Periódicos Iberoamericanos, una vasta organización publicitaria, función a la que renunció al año siguiente cuando fundó la revista Favorables París Poema.
En 1926 conoció a su primera pareja francesa, Henriette Maisse, con quien convivió hasta octubre de 1928. Su compañera definitiva, aquella que lo acompañó hasta sus últimos días, fue Georgette Philippart, a quien conoció cuando ella tenía 18 años, en 1927. Georgette vivía en un departamento situado enfrente del hotel donde se hospedaba Vallejo.
Profundizó en sus estudios sobre el marxismo y empezó a interesarse con más ahínco por las cuestiones político-sociales. En 1928 y 1929 visitó Moscú, y en 1930 viajó a España, donde apareció la segunda edición de Trilce. En 1929 comenzó a convivir con Georgette.
En la primera parte de su estancia parisina, que va de 1923 a 1929, compuso varios poemas –después llamados Poemas en prosa-, un libro de recopilación de ensayos: Contra el secreto profesional y un proyecto de novela incaica: Hacia el reino de los Sciris, todos los cuales fueron publicados póstumamente.
En España se relacionó con grandes literatos de ese país como Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego. En 1931 publicó su novela El tungsteno, sobre la explotación minera de los indígenas peruanos, y el cuento Paco Yunque, que relata la historia de un niño víctima de los abusos de un alumno en la escuela. Ese mismo año apareció su libro de crónicas y ensayos Rusia en 1931, que tuvo gran éxito.
En octubre de 1931 realizó un tercer y último viaje a Rusia para participar en el Congreso Internacional de Escritores Solidarios con el Régimen Soviético. Al año siguiente escribió las obras de teatro Lock-out y Moscú contra Moscú, titulada posteriormente Entre las dos orillas corre el río, así como su libro de crónicas Rusia ante el segundo plan quinquenal –continuación de Rusia en 1931– y la recopilación de ensayos El arte y la revolución. Los editores españoles se negaron a publicar estas cuatro obras por ser de carácter marcadamente marxista. Por esa época empezó a escribir una serie de poemas que serían publicados póstumamente, en 1939, con el título de Poemas humanos. En esta obra retorna a los ritmos conocidos y abandona la experimentación del lenguaje, lo que resulta más accesible para el lector común.
En 1934 se casó con Georgette. Por ese entonces terminó de escribir la obra teatral Colacho Hermanos o presidentes de América, sátira contra los gobiernos latinoamericanos que ningún editor se animó a publicar.
Al estallar la Guerra Civil Española en 1936, colaboró con fervor con la causa republicana. En 1937 escribió España, aparta de mí este cáliz, expresión de su madurez poética; fue publicado después de su muerte, en 1939. Consta de quince poesías y se considera el testamento poético del autor. También compuso el drama de tema incaico La piedra cansada.
A inicios de 1938 Vallejo trabajaba como profesor de Lengua y Literatura en París; en marzo sufrió agotamiento físico y fue internado aquejado de paludismo. Falleció el 15 de abril de 1938, a los 46 años. Sus restos descansan en el Cementerio de Montparnasse.
Compartimos una de sus poesías:
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
Un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro-
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
Estos versos, los húmeros me he puesto
A la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
Con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
Todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
César Vallejo. (De: Poemas humanos. 1939)
FOTO: César Vallejo