24 noviembre, 2024
Arte

Arte para pensar

Oír a Nuestra Mente. La Manzana, misterio y realidad desde Magritte 

  • Por Marcela Davidson

Una manzana a gran escala deja de ser la manzana al alcance de la mano. El artista belga René Magritte (1898/1967), vivió su vida pregonando que sólo puede el ser humano advertir que la realidad de tener una manzana a su alcance encierra el misterio de la realidad. Negamos ese misterio, entonces el artista nos sorprende cuando representa en su obra a la realidad con formatos desconcertantes.

Sin embargo sin un cambio fenomenológico, damos por supuesto que la realidad es lo que es. El ser humano se torna tan elemental en su apreciación de la realidad que ni siquiera lo asombra un paisaje. 

Entre las dos guerras mundiales surgió el movimiento artístico denominado Surrealismo. Guillaume Apollinaire en 1917  le da su nombre en francés sur (sobre) réalisme (realidad) a una visión para su obra literaria. Esto le permite a otro escritor de principios del siglo XX  y plenos años locos, André Bretón, poder titular y escribir un manifiesto surrealista. Entre los artistas visuales, René Magritte adapta algunos de los preceptos simbólicos del surrealismo para expresar su visión filosófica y poética de la realidad. 

Pasaron poco menos de cien años y la circunstancia que vivimos -la humanidad entera- es análoga al sentido surrealista de Magritte. Privados de vivir en forma libre, con una realidad cambiada, nos hacemos conscientes de que la manzana ya ha dejado de estar al alcance de la mano. En esta renovada experiencia surrealista nosotros vamos hacia el alimento con barbijo y  alcohol gel en las manos, con un distanciamiento del prójimo. Exactamente esa experiencia surrealista, la de una realidad que roza lo absurdo es el propósito por medio del cual volvemos a valorar la realidad con su generoso misterio que le es inherente y que pródigamente desvalorizábamos. 

Así son las obras de Magritte, un sonido de alarma para desconcertar los sentidos. Con la manzana gigante de Listening Room ( La habitación para escuchar) ocupando un espacio arquitectónico desde el piso hasta el techo y encerrada entre cuatro paredes con la ventana al exterior, Magritte repite escenarios con objetos sobredimensionados, como en “La Rosa Reclusa” y con otra obra titulada “Los Valores Personales” .  

En las últimas décadas del Siglo XX  nuestra especie humana ha sido capaz de inflar el valor de todo tipo de cosa utilitaria. Se ha dado que en la mente humana las cosas se han transformado en gigantes obsesiones. Auto, celular, pantallas, sillones y toda clase de cosas. La Cosa se nos representa gigante ocupando el pensamiento. Representaciones inanimadas que parecen “valores personales” únicos para la supervivencia. (Como diría mi hija Belén: “run”).

De pronto una invisible e intrusa molécula es tan poderosa que fenomenológicamente nos hace oír a la manzana gigante que pasa a ocupar el pensamiento. Nuestra habitación mental es propiedad de un exclusivo anhelo para  la supervivencia: el alimento. Hoy la manzana como símbolo del cultivo es aquello que la mente  (nuestro salón de escucha) nos hace oír de una manera misteriosa sobre la realidad.

ILUSTRACION: Magritte: El cuarto para escuchar. 1952.