18 octubre, 2024
Salud

La Psicoterapia y la enfermedad cardíaca

por Cristina Gozzi (Para La Gaceta del Retiro)
 
Hace rato que la psicología ha entrado a los servicios de cirugía para ofrecer una atención integral a los pacientes. En el caso de los enfermos cardíacos, los resultados de esta tendencia mundial, que se expande a todas las especialidades, resultan sumamente útiles para brindar una mejor calidad de vida a los pacientes.
Es sabido que las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en todo el mundo. Quienes las padecen, constituyen una población numerosa que demanda una atención de primer orden. Aceptar un diagnóstico y superar una intervención cardíaca no es fácil. Más allá de los avances de la medicina y sus procedimientos, también hay circunstancias de toda índole que influyen en el estado anímico de los pacientes antes y después de los estudios y las intervenciones. De allí la necesidad de que sean acompañados por el servicio de psicoterapia de los nosocomios para promover el auto cuidado.
“La psicocardiología es el campo de la psicología de la salud que detecta los factores de riesgo psicosociales que inciden en el desarrollo y desencadenamiento de las enfermedades cardiovasculares y las secuelas psicológicas de los eventos cardíacos”, sostiene la licenciada Alicia M. Damiani, perteneciente al departamento de Psiquiatría del CEMIC (Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno”)
En su ámbito laboral, durante las sesiones con los pacientes, Damiani se ocupa de desmenuzar los problemas asociados a la asunción de la enfermedad, los relacionados con la adherencia a un tratamiento, los trastornos emocionales derivados y la preparación de quienes tienen que afrontar una operación. “Toda cirugía cardíaca es una potencial fuente de estrés”, asegura con énfasis. “Frente a la intervención, hay respuestas fisiológicas y psicológicas”, acota.
Entre las reacciones psicológicas, Damiani cita a la ansiedad, la depresión, la preocupación por la autonomía y las condiciones físicas, el dolor, la supervivencia, el temor a la anestesia, la separación de la familia, el miedo a morir. “Si son muy intensas, tienen importantes consecuencias para la recuperación. Cuanto mayor es la ansiedad, más lento y complicado resulta el período postoperatorio”, sostiene. Y la ansiedad tiene su base de sustentación. Al paciente quirúrgico no sólo le preocupan los resultados de la cirugía, también piensa en las infecciones por supresión inmunológica, la presencia de náuseas, los cambios en la frecuencia cardíaca, en la temperatura corporal y en la presión arterial.
“Los pacientes ansiosos son los que más se quejan, los que más preocupaciones refieren, los que presentan mayores niveles de dolor, los que más dificultades tienen en seguir las indicaciones médicas como toser, respirar profundamente, movilizarse y alimentarse”, afirma Damiani. Y agrega: “Quienes demoran su recuperación, tardan en ser dados de alta”. No obstante, la psicóloga admite que estar en la unidad coronaria suma otros estresores, como la ausencia de la pareja en ese ámbito y la molestia de los tubos nasales y orales. Por eso, es necesario bajar el nivel de estrés. “Hoy, con el aporte de las investigaciones de la psiconeuroinmunología, sabemos que el estrés rompe la homeostasis neuroendocrina y retarda la reparación de tejidos, lo que dificulta la cicatrización de las heridas”, sostiene Damiani. Además, el estrés provoca trastornos del sueño, una instancia reparadora  íntimamente relacionada con la secreción de la hormona de crecimiento, que también facilita la cicatrización de las heridas”.
Damiani reconoce que el éxito de su participación depende de una variedad de causas: la experticia del cirujano y su equipo, la historia personal del paciente, las experiencias traumáticas previas, las vivencias de patologías similares en amigos, familiares y conocidos, las características de personalidad y los estilos de afrontamiento.  Pero asume que “si  la ansiedad no es bien canalizada, puede aumentar el dolor y hacer más difícil la adherencia a las orientaciones terapéuticas”.
Estimular la confianza
Frente a la situación quirúrgica, la intervención psicológica consiste en estimular al paciente para que tome conciencia acerca de la situación que está viviendo, exprese sus emociones y disminuya las reacciones negativas. “Tenemos que ofrecerle información que le permita reestructurar falsas concepciones y expectativas inadecuadas, que estimule la confianza en sus propios recursos y potencialidades; y desarrolle seguridad y expectativas de que se puede responder de manera más efectiva ante el evento”, manifiesta Damiani.
En la etapa inicial o preoperatoria, se hacen entrevistas para evaluar la personalidad, el estado emocional y la significación de la enfermedad. “También necesitamos saber cuál es la relación con los médicos tratantes y las actitudes ante los mismos, los recursos de afrontamiento y las redes de apoyo social con las cuales cuenta el paciente”, acota la entrevistada.
En la etapa posquirúrgica, se procesa y se elabora el estado emocional del paciente, la forma en que ha afrontado la intervención, el cambio del esquema corporal, su proyección futura, su dinámica familiar y la adherencia al tratamiento de rehabilitación. En todas las etapas, cobra dimensión la inclusión familiar. “La familia también atraviesa un evento estresante. Tiene que brindar un adecuado acompañamiento al paciente. Los psicólogos nos ocupamos de reforzar las habilidades de afrontamiento para que tengan un papel activo en la convalecencia y la rehabilitación”, concluye Damiani.