3 enero, 2025
Cultura

La pandemia: un disparador para la autogestión. El Campus Musical de Buenos Aires.

Fin de año es tiempo de balance en un mundo en el que la noticia al instante parece perder automática
vigencia, porque a continuación sucede otra novedad.
Y sí, es la realidad de las redes sociales, los satélites en los que navega la información y los noticieros de 24
horas en un mundo sucumbido por significativas diferencias sociales, enfrentamientos, fenómenos
climatológicos y una humanidad a la que le cuesta en muchos casos, ponerse de acuerdo.
La inmediatez, en ocasiones, atenta contra la memoria aboliendo, probablemente; la oportunidad de recordar
donde estábamos y qué hacíamos frente a tal o cual acontecimiento.
Pronto, en Marzo de 2025, y cuando ya estemos en pleno movimiento -algunos retornados de las vacaciones,
otros augurando la posibilidad de un nuevo trabajo, los niños en las escuelas y un aparente movimiento del
engranaje social- se cumplirán cinco años de aquel Decreto 297/20 con que el entonces presidente Alberto
Fernández establecía el inicio de la cuarentena en todo el país.
Así fue que, a partir de aquella noche, se anunciaba el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio con la
intención de evitar la propagación del coronavirus en el país.
Algunos fueron sorprendidos en tránsito internacional, otros en alguna provincia o lejos de casa. Para los
trabajadores independientes comenzó una recesión significativa en su campo laboral ya que no se podía
interactuar socialmente ni ingresar en los domicilios como puede hacerlo un electricista, un plomero, un
gasista. Y así, podría enumerar un montón de situaciones recesivas que no deberían quedar en el olvido.
Algunos asalariados, en muchos casos pasaron a trabajar desde casa, otros fueron tristemente despedidos, los
docentes de base, en muchos casos continuaron dictando clases desde sus computadoras, y otros, en cargos
directivos y por lo menos en nuestra Ciudad de Buenos Aires, se expusieron al contagio, garantizando la
entrega de las canastas nutritivas que reemplazaron a los comedores escolares que dejaron de funcionar
transitoriamente por el cierre de los edificios escolares.
Los comerciantes tuvieron límites y restricciones de horarios de apertura y cierre de sus locales, y como
muchas veces sucede, algunos no recibieron asistencia pasando a engrosar una extensa lista de olvidados.
Una elocuente cancelación de vuelos comerciales, ausencia de turismo, toques de queda y privación de
despedidas se adueñaron de un mundo en el que las luces de los árboles de Navidad brillaron apenas tenues
en Diciembre 2020, y nuestro país no fue la excepción.
En estas situaciones el orden de prioridades es exhaustivo, y se coloca en los primeros lugares a salud y
educación a sabiendas de la importancia de la alimentación, la prevención, la vivienda, el esparcimiento y
con él, las manifestaciones culturales. En estas últimas, me detendré para recordar cómo los artistas
resolvieron en muchos casos la posibilidad de dar reemplazo a lo presencial de un ensayo en cuestiones de
música.
Para muchos músicos hubo que equiparse y actualizarse en el uso de dispositivos de grabación casera que
luego en manos de editores dieron a luz innumerables cantidad de videos, en los que se reflejaron imágenes
de músicos en soledad que, desde sus domicilios aportaron a proyectos colectivos. Aparecieron grabaciones
con orquestas distantes y músicos con tapabocas o barbijos, según prefiera el lector; y en donde la ausencia
absoluta de público daba lugar a una aparición de innumerables créditos silenciosos con nombres, apellidos,
lugares y técnicos de edición y video.
Entre tantos proyectos inciertos en los que la imposibilidad de reunirse a ensayar era una realidad, sumada al
cierre de espacios de conciertos: teatros, auditorios, salones, bares y centros culturales que se adueñaron del
silencio, nació el Campus Musical de Buenos Aires (CAMUBA).
No solo los músicos ya formados, sino aquellos en proceso de formación vieron comprometidos sus sueños.
Esto fue porque la música es un hecho práctico que debe preceder y presidir todo hecho de sustentación
teórica. El músico quiere estar sobre el escenario, vibrar colectivamente, sentir los ojos observadores del
auditorio y recibir el reconocimiento final que otorga el aplauso.
CAMUBA, en su etapa fundacional y de autogestión, nació con la idea de proveer una plataforma para el
desarrollo y continuidad de todas las actividades de aprendizaje, estudio y crecimiento, dirigida a los músicos
en general.
Recordemos que “La noche de los Museos” en el año 2021 fue en la Ciudad de Buenos Aires un enorme
disparador que dio las primeras muestras de la apertura de espacios y el inicio del fin de la pandemia.
CAMUBA se transformó entonces en la profesionalización de un ensamble derivando en la actual Orquesta
del Campus Musical de Buenos Aires, liderada por el Mtro. Juan Klas.
Así ha ofrecido Galas Líricas, Música para Cuerdas, Conciertos Barrocos, Camarísticos y Sinfónicos.
El pasado viernes 20 de Diciembre en la Iglesia Evangélica del Río de la Plata en el Barrio de Belgrano, y ya
cerrando su actividad artística anual, ofreció una notable versión de la Cuarta Sinfonía del célebre compositor
y director de orquesta austro-bohemio y posromántico, Gustav Mahler (1860 – 1911).
Graduado en el Conservatorio de Viena en 1878, Mahler dirigió a temprana edad la Orquesta de la Ópera de
la Corte de Viena y se destacó como intérprete de las óperas de Richard Wagner y de Wolfgang Amadeus
Mozart, llegando a desempeñarse como director en el Metropolitan Opera House y en la Orquesta
Filarmónica de Nueva York.
Para pensar y visualizar la música de Gustav Mahler, con facilidad se nos hace presente y en nuestros oídos,
una numerosa masa orquestal y a su vez, dentro de sus sinfonías, pequeños ensambles de cámara con
delicados fragmentos, ya sea tanto en las cuerdas como en los vientos.
Mahler, en su tiempo cambió la forma de componer música. Modificó estructuras de patrones rítmicos, lideró
la modulación, los cambios de tonalidad, los cambios de tiempo, el uso de las dinámicas y otorgó
responsabilidades interpretativas a todos los instrumentos de la orquesta escribiendo en la partitura una serie
de anotaciones que indicaban cómo debía interpretarse su obra.
Su música influenció a compositores como Dmitri Shostakovich, Arnold Schoenberg y Benjamin Britten
entre otros.
Si tuviéramos que definir cómo es la música de Mahler, es probable que el término más apropiado sea
“descriptiva”. En ellas se avivan imágenes, sentimientos, recuerdos, poesía, naturaleza, belleza y tristeza.
Su Cuarta Sinfonía, el desafío que CAMUBA y su Director, el Mtro. Juan Klas asumieron, estuvo dotado de
intimidad y espiritualidad. Lejos de la masa orquestal que caracteriza a la interpretación de las obras de
Mahler, la propuesta fue netamente camarística partiendo de un Quinteto de Cuerdas y un solista por familia
de maderas y metales, otorgando una sobresaliente participación a cada uno de los jóvenes intérpretes. Sumó
además la reducción de piano y un ocasional registro de órgano.
La Cuarta Sinfonía de Mahler se inspira y origina en la interpretación de la recopilación de cuentos y cantos
populares llamada “El cuerno mágico de la juventud” realizada por Clemens Brentano y Achim von Arnim a
inicios del siglo XIX., los que darán origen a las más reconocidas sinfonías del compositor.
En su partitura, Mahler escribe para una cantidad de instrumentos superior a la que CAMUBA presentó en
escena. Entre sus requerimientos, la partitura original solicita la intervención de 4 flautas, 3 oboes, corno
inglés, clarinetes en diversos registros, y una notable sección de percusión a la que se suma un arpa y una
soprano solista.
El reto de CAMUBA fue la adaptación a Orquesta de Cámara realizada por José Francisco Anello y el propio
Mtro. Juan Klas bajo ediciones del Fauno, hecho que puso en evidencia el alto nivel interpretativo de sus
integrantes y la capacidad de jerarquizar aquellos pasajes distintivos de la composición.
El silencio del auditorio fue absoluto durante toda la ejecución, incluso sin aplausos durante el ingreso de la
soprano Ariadna Ratti quien sumó su bella voz en el 4to. movimiento de la sinfonía, invitándonos al disfrute
de los placeres celestiales para evitar lo terrenal, tal lo que indica el texto de “La vida celestial”.
El final del mismo, alude a un despertar de alegría sumado a un breve cierre orquestal que da fin a la
sinfonía. Un emotivo silencio se adueñó del recinto: allí se produjo el breve instante en que el Mtro. Juan
Klas estableció un diálogo visual y de aprobación con sus músicos hasta que el primer aplauso contagió a
todos los presentes. Si aún no tuvo oportunidad de escuchar la música de Mahler, le recomiendo dé rienda a
su curiosidad. Si Ud. ya la conoce, duplique la dosis en beneficio de su espiritualidad.
Por lo demás, CAMUBA ha demostrado tener un interés activo y comprometido por la interpretación
musical. Asegúrese de seguirlo en las redes sociales y no se pierda sus próximos conciertos.

Hugo René Sanz

FOTO: CAMUBA en el Salón Dorado-Casa de la Cultura