25 noviembre, 2024
Arte

La obra inefable de Juan Campodónico

Por Marcela Davidson

En un encuentro reciente, Ramiro Campodónico -músico y compositor, poeta adulto y niño vital- me guió al mundo visual de su padre, Juan Campodónico. Fueron varias horas de un despliegue narrativamente mágico.

Intentaré redactar algo de eso con una renovada percepción, aproximándome a la inefable obra de Juan Campodónico, en la que “el tiempo se hace espacio”.

J. Campodónico: Testigo de lo que nadie sabe. Oleo s/tela. 2012.

Hay  belleza exquisita en su obra y como en una narración fantástica hay que poseer aquella condición excelsa, porque la complejidad compositiva lo amerita. La clave sagrada es poseer una visión espiritual. Así el acceso es directo hacia la polisemia visual de un universo que emerge de lo más hondo del artista.

Juan Campodónico hace visible un universo de misterio que se encarnó en el lienzo y/o papel. La cadencia del automatismo surrealista es el canal con el que fue desplegando una estructura compositiva de formas orgánicas que parecen tallos, raíces, morfologías óseas, tramas inorgánicas, seres antropomorfos. Seres con miradas que se expanden más allá del espectador, son miradas provenientes de un infinito trascendental, seres iluminados por la intuición divina. Místicos de conexión energética e invisible como aquella de ángeles y madonas, santos y monjes retratados en la Edad Media. Sobre la atmósfera misteriosa como en la pintura romántica de Gaspar David Friedrich o de ciertos artistas del simbolismo de inclinación teosófica. Cómo si la realidad fuera precedida por un conocimiento místico de movimientos cuyas estructuras componen seres en un continuo ciclo de metamorfosis. Su obra es ante la percepción un equivalente de orígenes múltiples en continua transformación. Formas regenerándose hacia un núcleo único. El Alma es en sí, un oxímoron por su complejidad etérea. Los elementos minerales se amalgaman con una rica flora desconocida entre manos y  cuerpos hieráticos.

El trance espiritual de Juan Campodónico no tiene límites para sus creaciones. Su Alma tal vez también conoce la unión sagrada con otros artistas como El Bosco o tantos otros. Como con arte se llega al centro sagrado de cada existente.

Campodónico intuye a los espíritus superiores y así van emergiendo en una deliciosa paleta de cálidos colores y pasajes de veladuras en transparencias hacia los tonos fríos y como un ciclo del eterno retorno hacia los cálidos. La paleta de colores a la manera renacentista flamenca, tiene un tratamiento de factura elaborada proveniente de un oficio centrado en el equilibrio personal del artista. Percibimos como espectadores su tratamiento alquimista en cada pincelada. Hay sonidos y musicalidad en la obra, hay mística y espiritualidad.

La vida para artistas que logran profundizar así, está en otra dimensión. Han ejercitado la contemplación y su obra es vehículo para transformar un aspecto interior hacia el ascenso divino.

Ramiro Campodónico le dio en nuestro diálogo, un espacio al tiempo en su homenaje al padre. La prisa cronológica desaparece y el instante se hace eternidad. En un momento citó una frase de la Ópera Parsifal de Richard Wagner: “Ya ves hijo mío, aquí el tiempo se hace espacio” (de Gurnemanz a Parsifal cuando caminan por el sendero que conduce a Montsalvat, el templo del Santo Grial).

Así también el tiempo se hace espacio en la contemplación de la Obra del Maestro.

Algunos datos biográficos

Juan Campodónico nació en Buenos Aires el 1 de septiembre de 1937. Egresó de las Escuelas de Bellas Artes Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón. Desde 1959 ha expuesto en importantes galerías del país y del exterior y en centros de arte como el Museo Nacional de Bellas Artes o el Centro Borges, entre otros. Participó de la Bienal de San Pablo. Falleció en Buenos Aires el 11 de diciembre de 2020.

Foto de arriba:

  • Juan Campodónico