24 noviembre, 2024
Cultura

La Academia Porteña del Lunfardo cumple 60 años

Laburo”, “morfar”, “feca”, “apoliyar”, “boga”, “dorima”, “berretín”, “catre”, “bondi”, “chabón”, “bacán”, “mishiadura”, “chamuyar”, “vento”. Se calcula en más de 4.000 las palabras y expresiones del lunfardo que utilizamos habitualmente casi sin darnos cuenta. Según la definición de la Real Academia Española, el lunfardo es “una jerga empleada originalmente por la gente de clase baja de Buenos Aires, parte de cuyos vocablos y locuciones se introdujeron posteriormente en el español popular de la Argentina y Uruguay”. El escritor Luis Alposta amplía el concepto en su libro Mosaicos porteños: “es, esencialmente, un conjunto de voces de muy diversos orígenes que se introducen en la conversación familiar de todas las clases sociales con fines expresivos, irónicos o humorísticos”.

El lunfardo es un producto de las lenguas de las corrientes inmigratorias que llegaron al Río de la Plata entre finales del siglo XIX y principios del XX. Nace en el hacinamiento de los conventillos por la necesidad de comunicarse. Surge principalmente de los dialectos italianos, también de otras voces europeas, pero en menor medida. Los primeros testimonios escritos acerca de la existencia del lunfardo son de la década de 1870. El lunfardo pasó de la vida real a la literatura –el sainete- y a las letras de tango y las milongas, fenómeno que se acrecentó a partir de los años veinte.

La propia palabra “lunfardo” proviene del término romanesco “lombardo”, que significa ladrón. El Día del Lunfardo se celebra el 5 de septiembre porque en esa fecha de 1953 aparece el libro Lunfardía, del escritor argentino José Gobello, que rescata ciertas palabras y convierte el lunfardo en hecho lingüístico.

Toda nueva voz que los hablantes rioplatenses ponen en circulación como alternativa a otra oficial y con su mismo sentido puede asimilarse al lunfardo. Una palabra o expresión obtiene la carta de ciudadanía lunfarda cuando entra en la literatura, lo cual depende de la frecuencia con la que esté fluctuando en el habla popular.

Según el experto Oscar Conde, el lunfardo encierra un valor lúdico, expresivo y afectivo. “El lunfardo es un patrimonio argentino. Una característica importante para que un término se considere lunfardo es la generación de identidad. Es decir, uno utiliza estas palabras porque sabe que eso le da una identidad, como porteño, como argentino o como latinoamericano del sur. Hay toda una intención y, para los jóvenes, el forjar identidad a través del lenguaje es crucial”, señala.

Como dijimos, generalmente el lunfardo se asocia al tango. Sin embargo, así como no todo el tango es lunfardo, tampoco todo el lunfardo es tanguero. Por otra parte, si bien se conectan de modo recurrente, es incorrecto circunscribir el lunfardo al ambiente delictivo.

El lunfardo no es un vocabulario cerrado sino que es dinámico, se modifica constantemente. Hay innumerables voces del lunfardo histórico o antiguo que están vigentes pero otras cayeron en desuso. Así, mientras algunas palabras ya no se utilizan, se van incorporando otras en gran número, fundamentalmente por parte de la juventud. En ocasiones hay voces que se imponen porque se usan en un programa de televisión o de radio muy escuchado o se difunden mucho en las redes sociales. De esta manera, llega el momento en el cual en tres o cuatro meses una palabra empieza a usarse un montón, sobre todo entre los jóvenes consumidores de las redes sociales. Por ejemplo, algunas que se están utilizando ahora son “ahre”, “atr” por “a todo ritmo”, “upd” por “último primer día”, “mildis” por “mil disculpas”, “piolardo”, “yafu” por “ya fue”. La jerga también crece con los aportes del freestyle, el feminismo, el chat o la ficción tumbera. En tanto, palabras como “chabón” y “bondi” fueron cambiando de significado a lo largo de los años. Otros términos como “gato” tienen varios significados vigentes al mismo tiempo.

Una de las entidades culturales más relevantes de nuestro país, aquella vinculada a este vocabulario peculiar, la Academia Porteña del Lunfardo, cumple sesenta años. Muchos se preguntarán qué es la Academia y cuál es su función. Se trata de una institución privada sin fines de lucro cuyo objetivo primordial es la investigación lingüística y, en particular, el estudio de la evolución del habla coloquial de Buenos Aires y de otras ciudades argentinas. Sus fines se extienden, además, al estudio, valorización y difusión de todos los aspectos que conforman la cultura popular de Buenos Aires, que son –aparte del lenguaje– la música, el canto, la literatura, la historia, la arquitectura y el arte porteños. Su lema es elocuente: “El pueblo agranda el idioma”. La Mesa Directiva está compuesta por Otilia Da Veiga (Presidenta), Eduardo Bernal (Secretario) y Daniel Antoniotti (Tesorero).

Básicamente, los académicos se dedican a estudiar palabras. Están atentos a observar los términos que se usan, los que caen en desuso y luego vuelven a circular o los que ya no se usan pero han quedado testimoniados en una obra de teatro, un guion de televisión, una película, una letra de tango o rock.

La Academia fue fundada el 21 de diciembre de 1962 en la sede del Círculo de la Prensa. La iniciativa partió de José Gobello, Nicolás Olivari y Amaro Villanueva. El mismo Gobello, acompañado por Luis Soler Cañas y León Benarós, convirtió esos propósitos en realidad al convocar a un grupo de escritores y periodistas para considerar la creación de un instituto destinado al estudio del habla popular. Además de los mencionados, al momento de su fundación estaban presentes Juan Carlos Lamadrid, Joaquín Gómez Bas, José Oría, Francisco Romay, Ernesto Temes y Luciano Payet.

Durante sus primeros años, la Academia desarrolló sus actividades en un pequeño departamento de la calle Lavalle. Allí comenzó a organizarse la biblioteca, bajo la dirección de Enrique Ricardo Del Valle, quien no tardó en ocupar un sillón académico. Al cumplir sus bodas de plata, en 1987, la institución pudo inaugurar una sede más amplia en el barrio de Constitución, en Estados Unidos 1379, gracias a la generosidad de amigos y benefactores. Allí funcionan actualmente la Secretaría, el Salón de actos y la Biblioteca.

Después de estar un largo tiempo cerrada a raíz de la pandemia, la entidad volvió a abrir sus puertas al público a fines de noviembre. Funciona los martes y jueves de 14 a 18 horas. La Academia dispone de una importante biblioteca especializada –de consulta gratuita-, formada por más de 3.600 volúmenes mayormente dedicados a Buenos Aires y a sus manifestaciones culturales. En ella pueden encontrarse una colección de diccionarios dialectales italianos del siglo XIX, diccionarios de lunfardo, de argentinismos y de diferentes argots de otras partes del mundo, diversas historias del tango –como las escritas por Horacio Ferrer, Horacio Salas, Roberto Selles, José Gobello y otros especialistas– además de biografías y memorias de los más importantes autores y compositores.

Asimismo, la biblioteca cuenta con una valiosa colección de más de 8.000 partituras originales de tangos y otros géneros de la música popular argentina, y un fichero lexicográfico de términos pertenecientes al habla coloquial porteña constituido por más de 50.000 papeletas. Otro servicio que brinda la institución es el asesoramiento y orientación para estudiantes, becarios e investigadores que se dedican al estudio del habla y la cultura popular de Buenos Aires.

La celebración por el 60° Aniversario de la Academia se realizó el 2 de diciembre. Se descubrió una placa recordatoria en la sede de la institución. En tanto, en el Salón Dorado de la Legislatura porteña se llevó a cabo un acto en el cual hablaron las autoridades, se desarrolló un carrousel de poetas lunfardos y un espectáculo musical a cargo de Adrián Placenti y Johana Brundo –Tangos del 900-. El cierre estuvo a cargo de la Orquesta Típica Urbana dirigida por Fabián Bertero.

Laura Brosio

 

FOTO: Integrantes de la Academia del Lunfardo en la celebración del 60°aniversario.