Juan Vucetich, el hombre que revolucionó el sistema de identificación de las personas
El 1 de septiembre se cumplieron 133 años de la elaboración de las primeras fichas
dactilares en la Policía de la Provincia de Buenos Aires por parte de Juan Vucetich, lo cual
constituyó una auténtica revolución política y social a nivel mundial. Por este hito, el 1 de
septiembre se celebra el Día Internacional de la Dactiloscopia y el Día Nacional del
Criminalista.
Su nombre real era Iván Vučetić, posteriormente, una vez nacionalizado argentino, fue
bautizado como Juan Vucetich Kovacevich. Hijo de Vicenta Kovacevich y Víctor
Vucetich, nació en la isla de Hvar (actual Croacia) el 20 de julio de 1858. En 1882, a los 23
años, se estableció en Argentina. Era una persona cálida, afectuosa, educada, humilde e
inteligente. En ese momento, sentía predilección por la música, aunque su destino iba a ser
totalmente diferente.
Poco después, Vucetich comenzó a trabajar en Obras Sanitarias, donde se desempeñaba
como capataz; tenía a su cargo la vigilancia de los trabajos de un determinado número de
obreros, demostrando celo en el cumplimiento de su deber. En 1888, se radicó en La Plata,
ingresando como meritorio –distinción que se le daba al funcionario que sabía leer y
escribir- en los cuadros de la Policía Bonaerense, con la asignación mensual de $ 30
moneda nacional. Al principio fue destinado a la oficina de Contaduría y Mayoría hasta que
en 1889 fue trasladado a la oficina de Estadística, de la cual fue designado como encargado.
Escaló rápidamente en la jerarquía gracias a sus conocimientos y al manejo de idiomas.
Como de dicha oficina dependía la sección de Identificación Antropométrica, Vucetich se
abocó de inmediato a la redacción de un anteproyecto de reorganización total de la misma,
la que comenzó a operar a partir de 1890. A mediados de 1891, el Jefe de Policía, capitán
de navío Guillermo J. Nunes, encomendó a Vucetich la conformación de un servicio de
identificación por el sistema antropométrico, muy difundido en ese entonces. Se trataba del
Sistema Bertillonage, desarrollado por el francés Alphonse Bertillon, basado en 11 medidas
del cuerpo y una descripción física estandarizada. Era un sistema poco eficaz y muy
dificultoso porque para tomar esas medidas se necesitaban instrumentos de mucha precisión
y gente formada.
Poco tiempo después, llegó a manos de Vucetich un ejemplar de la Revue Scientifique,
donde se publicaban los primeros estudios del tema de las impresiones digitales realizados
por el antropólogo inglés Francis Galton, una autoridad en dicha área. Allí Galton
enunciaba las tres leyes fundamentales de la Dactiloscopia: perennidad, inmutabilidad y
diversidad infinita. Esto significa que las huellas dactilares son únicas en cada persona y no
se modifican a lo largo de la vida. Galton no había sido el primero en detenerse en las
huellas dactilares. El fisiólogo checo Jan Purkinje había tomado el guante de observaciones
que venían de la antigüedad, cuando se descubrió que desde que una persona nacía hasta su
muerte, las yemas de sus dedos y las plantas de los pies no cambiaban.
Los 40 rasgos propuestos por Galton para la clasificación de las impresiones digitales
fueron analizados y mejorados por Vucetich, quien logró simplificar el método. Usó
inicialmente 101 rasgos de las huellas para clasificarlas en cuatro grandes grupos: arcos,
presillas internas, presillas externas y verticilos. Decidió utilizar las huellas para la
identificación de criminales. Así, el 1 de septiembre de 1891 diseñó las primeras fichas
dactilares del mundo para tomar las impresiones digitales de los diez dedos y creó una serie
de instrumentos como el “pianito”, una pieza de madera sobre la cual se tomaban las
huellas digitales.
De esta manera, nació la famosa Oficina de Identificación en la que quedaron instituidos
los dos métodos: el antropométrico y el otro, el de las impresiones digitales (que, entonces,
Vucetich bautizara con el nombre extraño de Icnofalangométrico, luego sustituido por el de
Dactiloscopia). De acuerdo a un documento de la Policía Bonaerense, “el de Vucetich es
realmente un verdadero sistema, si por tal se entiende un conjunto de reglas o principios
enlazados entre sí (simple, sintético, claro, notorio, universal y que da respuestas a todos los
interrogantes, que despeja o desecha cualquier perplejidad o duda, que no ofrece fisuras,
reparos ni réplicas)”. El método permitía una identificación masiva de la población,
necesitaba menos recursos humanos, las herramientas y los instrumentos eran más
económicos y muy sencillos, era fácil de implementar en grandes territorios.
Apenas inaugurada la mencionada oficina, Vucetich procedió a la identificación de 23
procesados en la Jefatura de Policía, luego continuó con la identificación de todos los
detenidos en la cárcel de La Plata, y en 1892, identificó al contingente de aspirantes a
agentes de Policía. Al final de ese año se habían identificado a 1.462 aspirantes, de los
cuales 78 resultaron con antecedentes y uno con nombre supuesto. Empleados públicos,
cocheros, carreros, servicio doméstico y prostitutas, entre otros, debían registrarse en la
policía y a cada uno se les tomaban las huellas.
En 1892 llegó la “prueba de fuego”, en la cual se iba a ver la efectividad del sistema
elaborado por Vucetich. En junio, dos niños de 6 y 4 años fueron brutalmente asesinados en
la localidad de Necochea. En un principio se sospechó que el autor del crimen había sido un
hombre llamado Pedro Ramón Velásquez, amigo de los padres de los niños, Ponciano
Caraballo y Francisca Rojas. Pero él siempre mantuvo su inocencia durante los
interrogatorios a los que fue sometido. En la escena del crimen los investigadores
encontraron una huella dactilar ensangrentada y se pusieron en contacto con Vucetich,
quien comparó dicha huella con las de Rojas y Velásquez. Para sorpresa de la policía, la
huella coincidía con una de la madre, que había negado haber tocado los cuerpos
ensangrentados. Pero confrontada con las pruebas, Francisca Rojas confesó ser la autora del
crimen.
Esa fue la primera vez que se utilizó con éxito la identificación de huellas dactilares en una
investigación de asesinato. Tras el caso, Vucetich mejoró su sistema al que llamó
“dactiloscopia comparativa”. Así, en 1896 patentó el Sistema Dactiloscópico Argentino,
que consistía en la identificación alfanumérica de los dedos de la mano. La provincia de
Buenos Aires lo adoptó oficialmente en 1903 para luego extenderse rápidamente por todo
el mundo hispanohablante. En tanto, el Estado Nacional lo hizo en 1911, lo que posicionó
al país a la vanguardia mundial en materia de documentación.
El inconmensurable logro de Vucetich no quedó sólo en la cuestión criminal sino que
también impulsó la necesidad de la identificación civil a partir de la cédula de identidad y
fue el encargado del trabajo de identificación y creación de los primeros padrones con
huellas digitales para la implementación de la Ley Sáenz Peña –de sufragio universal,
secreto y obligatorio-. Vucetich empezó a pensar en la identidad como un derecho.
Lamentablemente, el Registro General de Identificación de Personas que había fundado el
20 de julio de 1916 duró poco. Al año siguiente lo cerraron, excusándose en la falta de
presupuesto. Pero lo cierto es que “la identificación es de suyo chocante, porque repugna al
espíritu de libertad, pues es el espionaje a las personas llevado a su grado máximo”, según
justificó el interventor bonaerense José Luis Cantilo. Y se cometió un error garrafal: el
mismo gobierno ordenó destruir el archivo de fichas dactiloscópicas.
Desalentado por esta situación, Vucetich se alejó de la Policía y se radicó en la ciudad de
Dolores, donde falleció de cáncer y tuberculosis el 25 de enero de 1925, a los 66 años. Sus
años de investigaciones junto a documentos, objetos y libros los donó a la Universidad
Nacional de La Plata. Sus restos descansan en el Cementerio de la capital bonaerense.
Honrando sus méritos, se bautizó con su nombre a la Escuela de Policía de la Provincia de
Buenos Aires y al centro policial de estudios forenses de Zagreb, capital de Croacia.
Laura Brosio