16 septiembre, 2024
Sociedad

Jack el Destripador ¿vivió y murió en la Argentina?

Por Antonio Las Heras (*)

El 31 de agosto se cumple un nuevo aniversario de cuando apareció la primera víctima, en
el año 1888, de ese desconocido al que se ha dado en llamar “Jack el Destripador”. Mucho
se ha escrito e investigado sobre él, buscando descubrir quién fue realmente y cómo pudo
escapar a las búsquedas realizadas por los detectives de Scotland Yard.
Pero lo que no se difunde demasiado es que fue un destacado criminólogo argentino -el Dr.
Juan Jacobo Bajarlía- quien acumuló una serie de evidencias para sostener que este asesino
serial vivió y murió en la Argentina. Es más, incluso para Bajarlía se trataba de un
argentino.
“Al regresar a Buenos Aires, revisando mi archivo de crímenes -escribe Bajarlía- tuve una
evidencia sobre la cual no me atrevo a escribir todavía. Jack el Destripador, desaparecido
ahora de Londres, había muerto en Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la calle
Leandro N. Alem frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa de octubre de
1929”.
Mi larga amistad con este criminólogo me permitió dialogar muchas veces al respecto. Los
encuentros fueron en ese café de la calle Cerrito frente al Obelisco, donde solía reunirse con
quienes compartían otras de sus actividades en las que también se destacó: la poesía, la
novela, el cuento y el ensayo. Allí conocí a Héctor Lastra, Enrique Medina y Jorge Asís,
por nombrar solo a algunos.
En febrero de 1976, en el número 3 de la Ellery Queen’s Mystery Magazine, el ripperólogo
y escritor argentino Juan Jacobo Bajarlía desarrolla la tesis de que Jack el Destripador
habría muerto en la Argentina. Su sospechoso es un tal Alonzo Maduro, financista que
estuvo en Londres en la época de los crímenes de Whitechapel, tratando de colocar
acciones de una compañía argentina. Con este fin se presentó en Greesham House, brokers
de Old Broad Street, trabando contacto con un joven secretario, un tal Griffith Salway, con
quien compartió una serie de almuerzos comerciales. Salway se cruzó con Maduro en
Whitechapel la noche de la muerte de Emma Smith. Pocos días después lo escuchó decir
que todas las prostitutas debían morir.
Hasta ahí no pasaría de una sospecha, si no fuera por el descubrimiento que Salway hiciera
poco antes del retorno de Maduro a Buenos Aires tras frustrarse sus intenciones
comerciales, hallazgo que Salway solo confesaría en 1952 a su propia esposa en el lecho de
muerte. Tras la muerte de Mary Kelly, Maduro preparó el regreso a Argentina, oportunidad
en la que Salway lo ayudó a preparar las valijas. En esa tarea descubrió que uno de los
baúles de Maduro tenía un doble fondo, en el que halló un sobretodo gris, un sombrero
flexible, un delantal manchado de sangre y un juego de bisturís. Salway se convenció de
que Alonzo Maduro era Jack el Destripador.
La pista de Maduro se pierde ahí. Regresa a Buenos Aires y nada más se sabe. Bajarlía,
conocedor de estos hechos, decidió ponerse a investigar.

En 1979, en otro artículo en la revista Magazine, detalla que la valija tenía una etiqueta con
la dirección: “Paseo de Julio (ilegible) Buenos Aires”. Bajarlía encontró testimonios de que
un pintoresco personaje se paseaba entre los árboles de Paseo de Julio (hoy Leandro N.
Alem) entre 1890 y 1910, vestido con las prendas descriptas por Salway.
Su nombre era Alfonso (y no Alonzo) y su apellido, tal vez, Maroni. En un artículo
posterior publicado en 1988 en el diario Clarín de Buenos Aires, Bajarlía asegura que el
asesino murió a los 75 años, en octubre de 1929, en una casa frente a la actual Plaza Roma.
Hay un dato adicional: en el libro “Jack, the Ripper”, Daniel Farson cita una carta de un tal
Barca, de Streatham, que asegura que entre 1910 y 1920 había un pub en Buenos Aires,
propiedad de Jack el Destripador. El bar se llamaba “Sally’s Bar” y el historiador Enrique
Mayochi le aseguró a Juan José Delaney que existía un bar con ese nombre en la calle 25 de
Mayo, muy frecuentado por miembros de la comunidad británica en Buenos Aires y por
marineros de paso por la ciudad.
Si la pista de Alonzo Maduro se pierde en esos datos, más fructífera es la historia del
húngaro Alois Szmeredy. Este había estudiado cirugía en su juventud. Luego trabajó como
médico militar, primero en Europa y luego en Argentina, a donde emigró en 1874. Dos
años después vivía en el Hotel Provenza ubicado en la calle Cangallo (actual Perón) 33,
hotel del que se fue aduciendo que había sido víctima de un robo. Pasó a vivir a pocas
cuadras de allí, en el Hotel Roma de Cangallo 323.
A las 9 de la noche del 25 de julio de 1876, Szmeredy se cruzó en la calle Corrientes con
Karoline Metz, una joven de 20 años a quien había conocido en el barco que lo trajo a
Buenos Aires. Conversó con ella en su alemán natal y se fueron juntos. Poco después de las
10 de la noche, Baptiste Castagnet, novio de Karoline, corrió por Corrientes gritando
“¡asesino!”. La policía acudió, y en el cuarto de la chica encontró su cadáver sobre la cama,
con la garganta cortada. También se halló un saco gris, un cuchillo con su funda, un
sombrero de fieltro negro, y en el bolsillo del abrigo un reloj de oro. El reloj sirvió para
identificar al asesino: Alois Szmeredy. La noticia del crimen se publicó al día siguiente en
The Standard, el diario en inglés de la comunidad británica. La noticia agregaba que el
asesino había sido atrapado por la policía argentina al regresar a su hotel. Pero era una
noticia infundada. Szmeredy escapó y durante dos años no se supo más de él, hasta que
fue extraditado de Brasil al ser descubierto en una fiesta en Río de Janeiro. Llevado a juicio
en abril de 1879 se lo sentenció a muerte por robo y asesinato. Todavía estaba vivo en
septiembre de 1881 cuando solicitó un nuevo juicio, del que fue absuelto de todos los
cargos menos del robo del reloj. El tiempo que estuvo procesado le sirvió como
compensación y fue liberado. Pese a que recibió ofertas laborales, Alois volvió en 1882 a
Budapest donde fue detenido por desertor. Alegó locura y lo internaron en un asilo del que
salió para estar al cuidado de su familia. En 1886 el Dr. Gotthelf Meyer tuvo una entrevista
con Alois, para obtener información sobre las condiciones legales en Sudamérica. Lo
describió como un hombre de 45 años, alto y delgado, cabello castaño, grandes manos, ojos
penetrantes y un poblado y “bello” mostacho.

 

Conocemos el final de Alois Szmeredy. Fue detenido en Viena, el 1° de octubre de 1892,
sospechoso de asesinato y robo. Varios testigos lo reconocieron por su mostacho y Alois
confesó sus crímenes, antes de suicidarse, cuando su proceso judicial aún no había
terminado. Que Szmeredy era un asesino no quedan dudas. Pero no hay ninguna prueba de
que haya estado en Londres (o en Europa siquiera) durante el otoño de 1888.
Una voltereta más. Eduardo Zinna propuso que Alois Szmeredy y Alonzo Maduro son en
realidad una sola persona. Su argumento: ambos nombres suenan similares, sobre todo para
un inglés con pobre conocimiento del castellano. Por lo que Salway pudo “traducir” el
apellido Smeredy como Maduro. Adam Wood pone en duda esta posibilidad, porque las
descripciones físicas de ambos no coinciden, según los testimonios de aquellos testigos que
los conocieron.
La última pista de Jack el Destripador en Buenos Aires viene de la declaración de un
sacerdote irlandés, el padre Alfred Mac Conastair, que ingresó a la congregación pasionista
tras exiliarse en la Argentina a los 17 años. Este sacerdote le contó en 1889 al profesor
universitario y escritor Juan José Delaney que guardaba el secreto de otro sacerdote de la
congregación, quien en los años ´20 había sido capellán en el Hospital Británico. Este
capellán acudió junto al lecho de un enfermo terminal que, pese a ser de otra religión
(¿protestante tal vez?) pidió confesarse. El moribundo le reveló que él era Jack el
Destripador y era el autor de los asesinatos de las prostitutas que habían enfermado
fatalmente a su hijo. Pocos días después el Dr. Stanley falleció y fue enterrado en el
Cementerio del Oeste, la actual Chacarita.
Esta historia trae reminiscencias de otra similar, contada por el periodista del Buenos Aires
Herald Leonard Matters, incluida en su libro “El misterio de Jack el Destripador”, editado
en 1929. Matters cuenta que un ex discípulo de un tal Dr. Stanley, fue convocado de
urgencia a la cama 58 del Hospital donde éste se encontraba gravemente enfermo. El
médico llegó a tiempo para que el Dr. Stanley confesara que él era Jack el Destripador.
Matters alude a otra fuente, Mr. North, quien aseguró que cierto médico, cuya esposa e hijo
habían muerto, era el asesino de Whitechapel.
Bajarlía estaba convencido de que Jack había muerto en la Ciudad de Buenos Aires, a los
75 años, en un hotel de la calle Leandro N. Alem. Frente a la Plaza Mazzini, hoy Roma,
una mañana lluviosa de octubre de 1929.
No podemos terminar este trabajo sin recordar que, en 1910, varios detectives de Scotland
Yard, con autorización del gobierno argentino, llegaron a Buenos Aires con la finalidad de
encontrar rastros que les permitieran dar con el famoso asesino serial. Se fueron con las
manos vacías.

(*) Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, historiador y escritor.

FOTO: El personaje de Jack ha sido tratado en muchos textos y en películas.