25 noviembre, 2024
En Buenos Aires

“Una flor y otra flor celeste…

del jacarandá” dice la canción de María Elena Walsh. Y ella nos remite al hecho de que estamos llegando a mediados de noviembre, y los casi 19.000 ejemplares de jacarandá que hay en la Ciudad de Buenos Aires despliegan sus flores dotando a calles, plazas y parques porteños de un hermoso color azul. Esto ya es parte de la identidad de la Ciudad, y lo vemos muy particularmente en nuestro barro de Retiro.
“La floración del jacarandá es un espectáculo natural que todos los años disfrutamos los vecinos de la Ciudad. El jacarandá es parte de nuestra identidad. Crecemos jugando y nos enamoramos con el impactante color de sus flores y nos refugiamos debajo de la sombra que proyecta sobre nuestras calles”, expresó Facundo Carrillo, secretario de Atención Ciudadana y Gestión Comunal, organismo a cargo del arbolado porteño. “Planificamos que sea una de las especies que más va crecer en nuestras veredas, pasando de 13.872 ejemplares a unos 40.000”, agregó.
Según estadísticas oficiales, el 
jacaranda mimosifolia cuenta con 18.921 ejemplares en territorio porteño. De esta cantidad, 13.872 están en las veredas y 5.049 en los espacios verdes. De acuerdo a los datos recogidos en los últimos censos de arbolado urbano realizados por la Ciudad, es la segunda especie que más creció entre los árboles viarios y la segunda más frecuente en los parques y plazas. La tasa de crecimiento entre el censo 2010-2011 y el 2017-1018 es de un 32%, un 25% en las calles y un 55% en espacios verdes.
La especie es originaria del Noroeste de Argentina y también se la encuentra en Bolivia, Brasil y Paraguay. Su presencia en la Ciudad es obra del memorable paisajista francés Carlos Thays. A fines del siglo XIX, Thays incorporó al arbolado urbano especies de otras zonas del país. Gracias a su gran adaptabilidad, el jacarandá se adecuó a las condiciones del suelo y del clima de Buenos Aires, así pasó a formar parte del paisaje urbano porteño. Inmortalizado en la canción de María Elena Walsh, en el 2015 fue declarado como árbol distintivo de la Ciudad por la Legislatura porteña.
“Hay pocos árboles tan bonitos como el jacarandá. La floración, que en la mayoría de los árboles pasa desapercibida, en el jacarandá es muy evidente.  Esto se debe a una particularidad de la especie que consiste en la eclosión de sus flores antes del nacimiento de sus hojas. Cuando ves al árbol  florecido parece una bola compacta color lila porque todavía no tiene hojas, todavía no tiene verde. Recién cuando empiezan a caer sus flores, brota el verde. Si floreciera junto con las hojas se atenuaría ese gran impacto visual. Eso hace mágico al jacarandá”, explicó el ingeniero agrónomo Jorge Fiorentino, gerente de mantenimiento del arbolado de la Ciudad.

Los corredores, o sea la repetición de ejemplares de una especie en el arbolado vial, y los grupos de una misma especie en los parques y plazas, acentúan la identidad de estos espacios, facilitan su mantenimiento, crean corredores biológicos y producen un efecto visual poético. La 9 de julio, Cabildo, Libertador, San Juan, Luis María Campos, Figueroa Alcorta o Corrientes, son algunos ejemplos de las avenidas de la Ciudad que cuentan con más ejemplares. Y la especie ya forma parte de la identidad de los barrios porteños, como decíamos de Retiro. “Hay calles y barrios que, por su arbolado, uno los mantiene en la memoria, en el tiempo. El jacarandá es un árbol que tiene una fisonomía muy bella. La arquitectura de su ramaje va creando una especie de esfera en su canopia. Su floración es muy llamativa, es una sinfonía en azul.  Uno va a identificar ese barrio o calle como el barrio de los jacarandás o la avenida de los jacarandás y esto genera una identidad con el lugar. Por ejemplo, una prueba de esta fuerte impronta que el jacarandá le brinda al paisaje urbano es que mucha gente viaje a Buenos Aires a ver su floración”, observó Héctor Angel Reyes, el ingeniero agrónomo especializado en arquitectura y manejo del paisaje, especialista de la Universidad Católica de Chile. “Y eso es porque la especie se repite en forma redundante. No son árboles aislados. Incluso aisladamente el árbol es precioso. Pero la repetición redundante de una misma especie entrega un paisaje cinético que uno puede captar a cierta velocidad, en los autos o caminando. Entonces la sensación y las percepciones, el cómo juega la luz, la sombra, eso lo hace muy atractivo. Y eso redunda en la calidad de recorrido peatonal y vehicular”, explicó Reyes.

Desde la Dirección de Arbolado porteña apuntan a mantener y crear los corredores de la especie jacaranda mimosifolia. “Esa continuidad, homogeneidad, masividad que se logra estableciendo un continuo de árboles de la misma especie le da una fuerza que no la tienen la variedad o la dispersión. El peso o el valor que tiene la uniformidad del paisaje, no lograda por lo construido que es muy diverso, se puede alcanzar a través de una arboleda compacta y uniforme de la misma especie”, indicó Fiorentino.

El jacarandá acompaña con los cambios en su follaje y su floración las cuatro estaciones del año. Es un calendario visual en las calles y parques de la Ciudad. Florece a comienzos de noviembre y sus flores violáceas llueven sobre las veredas y las plazas en los últimos días del mes. El verde de sus hojas se manifiesta en todo su esplendor a partir de diciembre. Durante febrero, en pleno verano, presenta una segunda floración más limitada en intensidad y duración. Al otoño lo transita sin manifestar grandes cambios. Hacia fines del invierno, comienza su proceso de defoliación paulatino en colores amarillos y ocres hasta quedar sus ramas completamente desprovistas de follaje en la primavera temprana. 


FOTO: La 9 de Julio es una de las avenidas que tiene más jacarandás. Aquí en un tramo de nuestro barrio de Retiro (Foto La Gaceta del Retiro)