Hogar Monseñor Albisetti, un refugio único para hombres sin hogar
Por Josefina del Solar
El Hogar Monseñor Albisetti pertenece a la Parroquia del Socorro, una de las iglesias más
antiguas de Buenos Aires y un referente del barrio de Retiro. Se ubica precisamente a la
vuelta de la iglesia, en la calle Suipacha al 1200. Está destinado a albergar a hombres de
entre 21 y 60 años que estén en situación de calle, los que pueden tener allí una estadía
transitoria, en tanto buscan reinsertarse laboral y socialmente.
“Salir adelante”. Esa es la frase que más a menudo puede escucharse en el Hogar Albisetti,
en boca de sus huéspedes temporarios. Es que esa es finalmente la idea que mueve el
accionar del Hogar: ayudar a ese grupo de hombres que reside allí por un tiempo limitado, a
encontrar en lo posible una salida para su estado. Son hombres sin hogar, en situación de
calle, que en muchos casos manifiestan haber caído en eso por circunstancias de su vida
que no han podido manejar. En el Hogar Albisetti van a encontrar no solo un refugio para
sus necesidades más inmediatas: -alimento, higiene personal, un lugar limpio y cómodo en
el cual dormir, compañía- sino también asistencia médica para alguna dolencia que puedan
tener, asistencia psicológica, apoyo espiritual, asesoramiento para revertir su situación que
les permita reinsertarse socialmente, encontrar un trabajo de acuerdo a sus posibilidades y
conocimientos, y sobre todo la tranquilidad y el aliento indispensables para encarar ese
cambio de vida que la mayoría de los que allí se encuentran manifiestan desear.
Visitamos el Hogar después de algunos años, porque lo habíamos hecho en más de una
oportunidad. Y lo que encontramos, como en otras ocasiones nos parece admirable. En
principio es un lugar acogedor, donde los huéspedes pueden hacer una vida de hogar, un
concepto muy importante siempre, pero que en este caso resulta fundamental. Tiene un
dormitorio espacioso y confortable, compartimentos con duchas, un comedor como el de
una casa amplia. Observamos que hubo mejoras estructurales desde nuestra anterior visita,
por ejemplo en la sala de estar y otras instalaciones.
El encargado del Hogar, el señor Abel Alfonso, nos acercó algunas precisiones. Los
huéspedes -son 22 en la actualidad- ingresan a las 18.30, y permanecen allí hasta las 6.30
del día siguiente. Tienen merienda, cena y desayuno. Pero también actividades recreativas y
formativas, por ejemplo talleres que varían según los días. Y hay también allí una biblioteca
para uso de los huéspedes, que por suerte aumenta constantemente.
Una cosa interesante a señalar: no se les exige ninguna pertenencia religiosa para ingresar.
Siempre hay muchos postulantes, sobre todo en esta época, nos dice. Se hace una
evaluación previa, para conocer su estado y posibilidades de integración, y se pacta con
ellos un objetivo al cual apuntar durante su estadía, que tiene una duración limitada, no es
permanente.
Pudimos conversar también con dos psicólogas, una trabajadora social y un coach
especializado en el área de empleabilidad, que prestan sus servicios en el Hogar. Nos
señalaron varios puntos importantes. Por ejemplo, que un tema que se presenta en muchos
casos es el de las adicciones, lo que sin duda incide en el resultado a alcanzar. Pensando
sobre todo en que arrastran graves problemas sociales, de abandono y de pérdidas,
materiales y de todo tipo, que los han llevado precisamente a estar allí. De todos modos, la
mayoría de ellos consigue, como señalábamos más arriba, salir adelante. Y prácticamente
todos, nos decían, egresan con un gran agradecimiento a lo que allí han recibido.
Mientras estábamos realizando la visita al Hogar comenzaron a llegar los huéspedes, que se
abocaron por supuesto a sus meriendas. Pero pudimos después conversar con algunos de
ellos.
Miguel, por ejemplo, de 40 años, nos contó diversas cosas de su vida, con cierta emoción
que evidenciaba algún bienestar en poder contarlas. Dijo que se sentía muy bien allí en el
Hogar. Que antes vivía bajo un árbol con su perrita; pero que ahora con un pequeño ingreso
que tiene, y buscando, consiguió un lugar que podrá alquilar en breve y llevar con él a su
mascota, que está con un amigo, nos confió. Y que además él está haciendo la escuela
primaria con la intención de poder trabajar en algo más estable, porque, nos dijo, era artista
callejero, aunque también vendió ropa y otras cosas.
Carlos, de 36 años, dijo sentirse muy bien en el Albisetti. “Nos tratan como lo que somos,
como seres humanos”, expresó. Y manifestó que estaba consiguiendo trabajo en una
cooperativa de recicladores, que participa en los talleres del Hogar, y que está cursando la
escuela secundaria.
Otras historias semejantes se hilvanan en este grupo de 22 hombres que allí no se sienten
solos; porque –nos decía una de las psicólogas- es muy importante el grupo, lo que
significa para cada uno el acompañamiento en su estado actual.
En lo personal pensamos que en el Hogar Albisetti se hace lo que realmente se debe hacer.
No es mero asistencialismo, sino que se apunta a solucionar la vida de esos hombres,
buscando su reinserción social, el mejoramiento de sus vínculos personales si pueden
hacerlo, y lograr que se reintegren a una vida laboral. Siendo el de las personas en situación
de calle un problema importante de nuestra época, es indudable que esta institución
colabora en el mejor sentido para solucionar esto.
El Hogar se mantiene por el aporte de los feligreses de la parroquia, por recaudaciones en
eventos que se suelen hacer para ayudarlo, y por donaciones. Colaborar con ellos es apuntar
a la solución de problemas que no son solo individuales sino sociales, claro está. Por eso
quien quiera colaborar, puede acercarse llamando al 011 4393 1423.
FOTOS:
– Vista parcial del dormitorio.
– Los huéspedes pueden allí hacer vida de hogar.