Hace 30 años se inauguró el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional
Auténtico ícono de la cultura argentina, el edificio que hoy ocupa la Biblioteca Nacional Mariano Moreno cumple treinta años este mes. Fue inaugurado el 10 de abril de 1992, en el predio que comprende las calles Agüero y Austria, y las avenidas Las Heras y del Libertador, en el barrio de Recoleta. La construcción proyecta una moderna estructura, considerada de estilo brutalista debido a sus formas geométricas y a la presencia del hormigón a la vista. Su entrada se encuentra en Agüero 2502. Esta joya arquitectónica fue declarada Monumento Histórico Nacional en 2019.
La Biblioteca Nacional posee una rica y compleja historia. Fue creada por la Primera Junta el 13 de septiembre de 1810 como biblioteca pública y funcionaba en el Cabildo. Su primer director fue Saturnino Segurola. Durante mucho tiempo se la denominó Biblioteca Pública de Buenos Aires; luego fue nacionalizada, siendo designado en 1884 José Antonio Wilde como primer Director Nacional. Recién en 1996 obtuvo el carácter de organismo descentralizado y autárquico que tiene hoy.
Con posterioridad a su primera sede la Biblioteca transitó un tiempo en la Manzana de las Luces hasta que fue instalada en un bello edificio situado en México 564, en el barrio de San Telmo. La construcción fue diseñada por Carlos Morra e inaugurada en 1901 por su entonces director, Paul Groussac.
La inauguración del edificio actual de la Biblioteca comenzó a gestarse en 1958, cuando el director de aquel momento, nada menos que Jorge Luis Borges, elevó un pedido de ampliación ya que el espacio de la calle México le quedaba chico a la gran colección de libros de la institución. Así comenzó la búsqueda de un terreno donde construir una nueva sede. El presidente Arturo Frondizi optó por erigir la Biblioteca en un predio en el que estuvo el Palacio Álzaga Unzué, utilizado por Juan Domingo Perón como residencia presidencial, y lugar donde falleciera Eva Perón en 1952. Con posterioridad a la caída de Perón, el gobierno de entonces hizo demoler la residencia.
El Decreto del Poder Ejecutivo Nacional N° 5512/1958 asignó los fondos para la construcción de la Biblioteca Nacional. Se constituyó una comisión formada por Borges y eminentes bibliotecarios para redactar el programa de necesidades del nuevo edificio. En 1960 el primer mandatario decidió destinar tres hectáreas del terreno disponible al organismo. Al año siguiente se llamó a Concurso Nacional de Anteproyectos, en el cual participaron estudios nacionales e internacionales, resultando ganadora la propuesta de los arquitectos Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga. Los citados profesionales propusieron levantar el edificio sobre cuatro columnas para no interferir la vista de la barranca hacia avenida del Libertador ni talar tantas plantas. Asimismo plantearon ubicar los libros, diarios y revistas en el subsuelo para que los pisos superiores ofrecieran una inmejorable vista al río a los lectores.
Sin embargo, la ejecución de la obra se demoró tres décadas. Diez años se fueron sólo en el trámite del concurso y los cálculos de la construcción. El 13 de septiembre de 1971 se colocó la piedra fundamental y todo el proceso fue muy lento. Durante la dictadura militar iniciada en 1976 se suspendieron las obras, las cuales fueron retomadas en 1982. En el período alfonsinista la hiperinflación multiplicaba los costos y hacía imposible establecer un presupuesto definitivo, lo cual dificultó la continuación del proyecto.
Finalmente, gracias a un préstamo del Reino de España en 1990, se logró terminar el edificio. Durante la etapa final de la obra, los arquitectos Testa y Bullrich –Cazzaniga había fallecido en 1968- fueron removidos de la dirección. Todo quedó a cargo de la Dirección General de Arquitectura Educacional (DGAI). El edificio fue inaugurado el 10 de abril de 1992, en un acto encabezado por el entonces presidente Carlos Menem que contó con la asistencia de importantes figuras de la cultura de la época.
Durante las excavaciones de los cimientos se encontraron los restos fósiles de un gliptodonte, que hoy están en el Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario. Desde entonces, Testa comenzó a asimilar el edificio con el animal prehistórico y a hablar de las vigas o las columnas de la “panza” o la “rodilla”. El hecho de que cuatro grandes columnas lo sostengan sugiere la presencia de un cuadrúpedo, señalaba el propio Testa.
El edificio de la Biblioteca tiene seis plantas y unos 44.000 metros cuadrados. Cuenta con tres subsuelos: dos de ellos destinados a libros, y el restante, a revistas y diarios. El depósito de libros está enterrado. Así, el material queda protegido de la luz del sol y no da peso a los pisos superiores, que se reservaron para salas de lectura y de exposiciones. Además, esta característica facilita la posibilidad de ampliación futura sin perturbar el funcionamiento general. Esto significa que los depósitos pueden seguir creciendo. Hay lugar bajo tierra hacia ambas avenidas, sobre todo hacia Libertador.
En la planta baja se encuentra la hemeroteca y la sala de publicaciones antiguas, y en su cubierta está la plaza pública que se conecta con las áreas verdes a su alrededor. La planta baja es continuada en una amplia explanada, integrada a los parques, creando un gran ámbito para actividades semicubiertas y al aire libre. En el primer piso hay una sala de exposiciones, un auditorio, la oficina de dirección y una cafetería. En el segundo, hay áreas administrativas, mientras que en el tercer piso se encuentra la audioteca, la fototeca y la mediateca, y lo más valioso: la Sala del Tesoro con los incunables y una sala de exposición de cuadros. El cuarto alberga manuscritos históricos y materiales inéditos, y los depósitos de las salas del tercero, a los cuales los materiales llegan a través de montacargas. La sala principal de lectura –que oficia como un gran mirador hacia el puerto y el río- está en el quinto, mientras que en el sexto hay una sala de lectura libre para quienes llegan con sus propios libros y allí encuentran los materiales de referencia.
El patrimonio de la Biblioteca está compuesto por unos 900.000 libros, 55.000 revistas y diarios, 30.000 fotografías y 1.500 negativos, 12.000 mapas, 300.000 partituras, 70.000 grabaciones de audio y 5.000 registros audiovisuales.
En sus instalaciones se encuentra la Escuela Nacional de Bibliotecarios. A lo largo del año, la Biblioteca organiza exposiciones, charlas, presentaciones de libros, muestras itinerantes y brinda visitas guiadas. Cuenta con servicio de fotocopias, un centro para microfilmar y esterilizar libros, rampas para discapacitados y baños para todos los posibles usuarios. Además, los lectores pueden disponer de copias digitales y microfilms, y consultar el catálogo en línea. Se ofrecen, también, un servicio de consulta por correo electrónico y servicios para no videntes. Se dictan talleres y seminarios sobre diversas temáticas como ajedrez, narrativa, poesía, biografía, derechos humanos, periodismo, club de lectura. Dentro del predio donde se halla la Biblioteca, funciona el Museo del Libro y de la Lengua, que abrió sus puertas en 2011 y cuya entrada está sobre la avenida Las Heras.
Próximamente la institución –hoy dirigida por el escritor Juan Sasturain- sumará la colección de libros que pertenecieron al arquitecto César Pelli, donada por sus herederos. El proyecto más importante a concretar es la colocación de los parasoles que permitirían que no llegue la luz directa y mejorarían el aislamiento térmico en las plantas superiores. Asimismo, el edificio de la calle México se encuentra hoy en restauración para albergar allí el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges –en reconocimiento a su trayectoria como director del organismo–, el cual oficiará como un espacio de muestras e investigación, y como residencia para escritores que visiten la ciudad.
Puede concluirse que el edificio de la Biblioteca Nacional no sólo posee relevancia cultural sino también arquitectónica. El Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU) lo califica de “emblemático, singular, imponente, de lenguaje sorpresivo y audaz” y asegura que “constituye una obra esencial de la arquitectura moderna argentina”.
Laura Brosio
FOTO: El edificio actual de la Biblioteca Nacional cumple 30 años.