Del Retiro de ayer: la época de Rosas
Por Josefina del Solar
Juan Manuel de Rosas fue gobernador de Buenos Aires en un primer período entre 1829 y 1832, y luego desde 1835 hasta 1852, año en el que, vencido por un ejército al mando de Justo José de Urquiza en la Batalla de Caseros, dejó su cargo para exiliarse en Inglaterra.
Su figura, muy controvertida, signó la vida del país durante más de veinte años, motivo por el cual resulta de gran interés conocer lo ocurrido en la ciudad de Buenos Aires, y en particular en el Retiro durante ese período.
La época de Rosas parece ser una de las que han quedado mayor cantidad de representaciones visuales, muchas de ellas obras de extranjeros como César H. Bacle, Mauricio Rugendas, Raimundo Monvoisin, Carlos E. Pellegrini y otros, quienes han dejado retratos de personajes y escenas de Buenos Aires de gran valor testimonial. Debemos también a la cantidad de viajeros, mayoritariamente ingleses, que llegaron a estas tierras, buena parte de los relatos sobre la vida porteña de entonces. Sabemos en ese sentido que se tomaron bastantes medidas relativas a la ciudad. Durante esa época por ejemplo se dictaron normas para los bañistas que frecuentaban la orilla del Río de la Plata estableciéndose una demarcación de sectores para hombres y mujeres; se cambió el alumbrado público a vela por el de aceite, se prohibió ocupar las veredas con actividades que impidieran el tránsito público (por lo visto ya ocurría), se reglamentó la circulación de vehículos y animales por las calles e incluso de peatones por las veredas, se prohibieron los juegos de carnaval (por la violencia que en ellos se desataba), se dictaron diversas normas sobre la vestimenta a llevar en la vía pública, entre otras medidas que por supuesto abarcaban a toda la ciudad.
Respecto a la zona que nos ocupa, podemos consignar que en 1848 la Legislatura propone cambiar el nombre de Paseo de la Ribera por el de Paseo de la Encarnación, en homenaje a Encarnación Ezcurra, la esposa del gobernador, por entonces recientemente fallecida. Rosas agradece pero no acepta, proponiendo en cambio que se le pusiera el nombre de Paseo de Julio, en homenaje a la Independencia. Así ocurre en efecto, y éste será el nombre que llevará hasta 1919 esta avenida del bajo que comprendía la actual Leandro N. Alem y el primer tramo de la que hoy se llama Avenida del Libertador.
En el Retiro siguieron funcionando los Cuarteles con algunas ampliaciones, ya que en 1834 se construye un nuevo edificio adyacente al que fuera sede del Regimiento de Granaderos a Caballo, con una serie de arcos característicos y que puede verse en la litografía de Carlos E. Pellegrini que publicamos. En ellos tuvieron asiento por esa época varios cuerpos militares, como el de la Guardia Argentina o el de Celadores.
Como en la plaza eran ajusticiados los reos de delitos considerados graves, esto va a continuar durante los años del gobierno de Rosas. Y sin querer detenernos en aspectos ingratos podemos señalar a modo de ejemplo que en 1837 son fusilados allí Inocencio Márquez, Feliciano Figueroa y Cesáreo y Francisco Peralta bajo la acusación de estar implicados en el asesinato de Facundo Quiroga. No son estos por supuesto los únicos casos, tratándose de una época en la que la política se ejercía con particular dureza desde cualquier campo. Lo mismo puede señalarse con respecto a la justicia, aplicada con criterios ejemplificadores que extrañan por supuesto a nuestra mentalidad de hoy. En ese sentido en 1845 se ejecuta en el Retiro a José Rodríguez Gómez, quien junto a su mujer había matado y descuartizado al dueño de la casa en la que ambos vivían, un episodio que se considera el primero de su tipo en Buenos Aires y que tuvo en su momento gran repercusión.
Un hecho distinto pero que se da en el mismo período es el fusilamiento de Camila O´Gorman y Uladislao Gutiérrez, protagonistas de una desdichada historia de amor que fue centro del interés de los porteños en esos años. La historia es bien conocida, recordemos al respecto la película “Camila”, de María Luisa Bemberg. Si bien no fueron ajusticiados en el Retiro, la vinculación del hecho con este barrio es que Gutiérrez era párroco de la iglesia del Socorro, la más antigua y tradicional de la zona.
De todas maneras en Retiro era también por esa época un lugar para la diversión popular, ya que se realizaban sobre todo para las fechas patrias, carreras de sortijas y otros entretenimientos de gran convocatoria. Y era no menos un lugar de paseo, frecuentado especialmente por jóvenes que llegaban hasta allí cabalgando por la calle Florida. Al respecto el semanario La Moda dedicado a temas literarios y de costumbres, dirigido por Juan Bautista Alberdi, consignaba en 1837 cómo era el atuendo de las mujeres para andar a caballo, con una explícita referencia al lugar donde solían lucirlo: “Vestido verde botella o azul oscuro, manga ligeramente abuchada hasta el medio brazo y el resto perfectamente liso. Gorrita varonil tipo ‘cuartel’ con un trozo de gacilla flotando desde arriba. Largos tirabuzones en torno a la cabeza al estilo romano. Esta moda ha sido usada en Francia en el último verano. Aquí hemos visto otra no menos linda: la señorita M.A. B. como se presentó en el Retiro el último domingo”.
También sobre la moda de las mujeres en la época, José A. Wilde señala que “en tiempos de Don Juan Manuel” no se les permitía usar gorra por considerarla una moda antiamericana, por lo que las señoras debían lucir sus cabelleras. Claro que con el agregado de la divisa punzó, que era el distintivo federal de uso obligatorio por aquellos años.
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- En 1834 se construye un nuevo edificio para los Cuarteles, que puede verse en esta litografía de Carlos E. Pellegrini: El Retiro, de 1841.