Afrodita de Capua con escudo/espejo invisible
Por Marcela Davidson
Afrodita de Capua, majestuosa presencia de la diosa en el hall de entrada del Museo Nacional de Bellas Artes. Ha llegado para no quedarse, porque en febrero de 2019 vuelve a su casa actual, el Museo Arqueológico de Nápoles. Algunos podrán luego viajar a Italia para visitarla, muchos tenemos la oportunidad de conocer hoy esta escultura en mármol de Afrodita, diosa del Amor y la Belleza en Grecia, conocida como Venus por los romanos. Fue realizada en el siglo II d.C. y copiada de una escultura en bronce del siglo IV a.C. de origen griego.
Hay un contenido ahí, aunque por nuestros recursos históricos actuales estemos limitados a pensar una realidad imposible de vivenciar, igualmente es un contenido del que deberíamos intentar creativamente indagar y esbozar.
Una escultura no es una pose, es la imagen viva de un acontecimiento mitológico en el que se cree que el pie sobre el yelmo o casco marca el triunfo de la Diosa del Amor y la Belleza sobre Marte, dios de la Guerra, Ares para la Antigüedad griega. Afrodita está ausente en el inicio de una guerra, ausente en la condición beligerante del ser humano. Cuando las ideologías generan un ánimo belicoso, se privan de la presencia de esta deidad. La hermenéutica visual nos da acceso a interpretar que, en la versión helénica de Afrodita, la Diosa Triunfante se reflejaba en el escudo del dios Ares; éste como manifestación de violencia y fuerza bruta ha sido derrotado, y su escudo es sustituido como espejo para reflejar al amor. La guerra, la confrontación y la discordia sólo pueden superarse cuando se refleja el amor.
La particularidad de la escultura es que tiene restaurados los dos brazos que sujetarían al escudo, materialmente ausente. Cada uno de nosotros somos responsables de imaginar la existencia de un escudo/espejo invisible que nos refleja en el acto del amor. Al amor lo proyectamos y lo hacemos realidad adonde se encuentra ausente. Hay en el arte una oportunidad para indagarnos a nosotros mismos. Friedrich Nietzsche en “Así habló Zaratustra” transmite la noción de ser cada uno capaz de oír a su propia alma.
Gracias a los acuerdos internacionales, la escultórica deidad nos visita en nuestro Museo. Ni Afrodita ni nosotros llegamos para quedarnos. Visitantes de distintas locaciones tendremos que advertir que la visita a un museo o un espacio de arte es una experiencia de la que podemos recibir aportes para reflexionar. Oír por ejemplo: si hubieras vivido en Grecia del siglo IV a.C hubieras tal vez venerado a Afrodita. Somos responsables de autoindagar nuestro acontecer en este instante que puede ser vivido como sugiere el filósofo: con intensidad eterna.
FOTO: La Afrodita de Capua hoy puede admirarse en el MNBA