Arte para pensar. Retrato de un idilio
Por Marcela Davidson
Tres artistas visuales británicos -uno de ellos nacido en Alemania-: Lucian Freud (1909-2011), Francis Bacon (1909-1992) y David Hockney (1937), proyectaron en sus retratos una cuestión inquietante. ¿Cuantos retratos simultáneos tenemos cada mortal? Poseemos ininterrumpidamente una suma de facciones. Estas materializan emociones sentidas y a veces fingidas. La representación de cualquier identidad en un retrato es por lo tanto, imprecisa.
La avidez por las selfies persigue la utopía de un retrato que nos represente. ¿Existe una descripción detallada de alguien? Las fotografías de la juventud o niñez de nuestros padres, se aproximan más a un desconocido que a ellos mismos. ¿Qué son los retratos? Apenas un destello de un ser humano puede quedar retratado. Aquella esencia áurica que los artistas materializan en el lienzo. El nervio óptico puede únicamente apreciar la belleza del arte. Cada retratado no representa a su modelo. Aún en el dominio de la técnica hiperrealista de Gottfried Helnwein (1948), la retratada no refleja a su hija. Sólo hay un registro de facciones componiendo un rostro. Rostros creados por un artista.
Freud, Bacon y Hockney retratan una experiencia artística. El flujo creado por ellos. Estos artistas enfatizaron la ruptura pictórica de los post impresionistas como también la de los vanguardistas de principios del Siglo XX.
Retratar una identidad es pura ilusión. Lucian Freud retrata su percepción de la carne porque declara que ahí está la persona. La carne es mutante, perecedera y devenida en materia pictórica. La carne no son sentimientos ni emociones. Creer que un retrato es el espejo de la identidad, resulta inverosímil.
Francis Bacon retrata una evidencia horrorosa de la falta de reconocimiento facial. La belleza radica en el hallazgo de un retrato sin rostro. La cuestión inquietante se va revelando. Los retratos de Bacon le ponen fin a la ilusión del retratado. Hay en sus retratos fragmentos descompuestos, el grito latente como el pintado por el noruego Edvard Munch (1863-1944). Gritos morbosos que devienen en retratos expresionistas y abstractos.
Tal vez la manía actual por las selfies implica poder verse uno a sí mismo en una versión perenne e ideal. Hay una inclinación por la trascendencia materialista. Estoy refiriéndome a una tendencia humana a idolatrarse a sí mismo. Aun sabiéndose mortal se recrea una imagen virtual en la que el retrato es apenas un deseo de sí.
David Hockney pintó a sus allegados por el vínculo que lo unía a ellos. El fondo de esas obras es plano. Se repite este fondo para cada retrato, así logra unificar visualmente la serie de los retratos realizada. Estos fondos parecen la metáfora de un retrato. Muro y piso.
La historia del arte muestra que emperadores, reyes, burgueses, dioses, santos, campesinos fueron, son y serán retratos de un idilio sobre un lienzo o en una fotografía.