Claudia Marcu
Por Josefina del Solar
Destacada fotógrafa, Claudia Marcu expuso recientemente su serie La Danza del Viento en el Centro Borges.
Se formó como diseñadora de imagen y sonido en la Universidad de Buenos Aires. Sus obras pasaron por salas del Centro Cultural Rojas y el Centro Recoleta, fue seleccionada para el “Premio Bienal AAGA a las Artes Visuales” en 2003 y 2007, mientras que en 2008 la eligieron para el “Premio Bienal Fotografía Arte x Arte”.
Además de realizar trabajos personales, de estudio, comerciales y de espectáculos, se dedica a la docencia. Desde hace 8 años dicta talleres junto a su padre, con quien comparte su vocación por la fotografía.
“Fotografiar no es difícil, el desafío está en poder transmitir algo a partir de nuestras imágenes”.
¿Cómo fue tu formación artística anterior a la fotografía?
– De chica experimenté diversas expresiones artísticas: de los 6 a los 9 años estudié pintura. Hice danza clásica, cerámica, teatro. Mis padres me llevaban mucho a exposiciones de arte, al teatro y al cine. El cine siempre me fascinó. A los 10 años me compraron una camarita de fotos, era de plástico y solo tenía un botón. Tres años más tarde empecé a sentir las limitaciones de esta cámara y mi padre – aficionado a la fotografía en ese entonces – comenzó a enseñarme a tomar fotos con su cámara, una reflex, que pasó a ser mi primera cámara y que, 22 años después, aún utilizo.
¿Y qué te llevó a elegir en especial la fotografía?
– No recuerdo haber elegido la fotografía, más bien fue un proceso natural. Comencé de muy chica y con el tiempo fue ocupando más y más lugar en mi vida. A los 15 años salía corriendo del colegio para ir a casa a encerrarme en el laboratorio a revelar mis fotos y ya comenzaba a tener algunos trabajos pagos. Y cuando llegó la hora de decidir qué estudiar consideré hacer una carrera de fotografía pero me pareció limitado. Opté por Diseño de Imagen y Sonido, en la UBA. La carrera me dio una base, práctica y teórica, muy sólida. Simultáneamente continué trabajando en fotografía y aprendiendo, de manera autodidacta principalmente.
Una frase que estaba en la presentación de tu muestra me pareció especialmente significativa: “No importa el objeto, sólo el movimiento”. ¿Qué significa para vos?
– En el contexto de la muestra “La Danza del viento”, la frase habla del poder del viento por sobre todo, el viento al que nada puede resistirse. El viento que modifica las mareas y las rocas, los ánimos y las palabras. Esto desde un lugar poético. Pero también refiere a algo práctico, a la esencia de la fotografía: el interés no está – necesariamente – en el objeto (persona, espacio) en sí, sino en la mirada de quien fotografía. Fotografiar lo que en sí mismo es bello no conlleva un gran desafío, pero encontrar lo maravilloso en lo cotidiano me parece mucho más interesante. En esta época de sobre estimulo de la imagen la fotografía se vuelve inocua. Todo es fotografiado y cuando esto sucede la imagen se vuelve banal. Entonces los fotógrafos tenemos el desafío de seguir fotografiando pero, aún más que antes, recordar que la imagen tiene poder.
¿Admirás a algún fotógrafo en especial?
– En este sentido admiro mucho a Sebastiao Salgado, fotógrafo brasilero. Él se ha dedicado a fotografiar los horrores de la humanidad en la búsqueda de generar conciencia. Sus fotos me parecen maravillosas porque duelen, dañan, son una puñalada tras otra. Pero no por eso dejan de ser hermosas. Y esa figura poética no puede no dejar una marca en cualquier espectador sensible. Otra fotógrafa que me gusta mucho es Francesca Woodman. Se suicidó muy joven, con solo 22 años. Así como las fotos de Salgado hablan del sufrimiento de la humanidad, las suyas hablan del sufrimiento individual. De la artista torturada por su existencia. Sus fotos son muy fuertes, autorretratos en su mayoría.
Luego de la reciente muestra ¿en qué estás trabajando ahora?
Ahora estoy trabajando junto a Michel – mi papá – en la muestra de fin de año de nuestros alumnos. Si bien venimos trabajando en ella desde hace ya unos meses, ahora nos tenemos que dedicar de lleno. Este es el tercer año en que hacemos la muestra de fin de año de alumnos y por primera vez será en el C.C. Borges. Es un evento muy lindo porque, además de ser una gran oportunidad para que los alumnos muestren sus fotografías, la inauguración es un evento festivo que todos disfrutamos mucho. El armado de la exposición nos lleva mucho trabajo porque, si bien es una muestra de alumnos, la planteamos como una exposición profesional. Lo que quiero decir con esto es que hacemos un trabajo de curaduría, nos ocupamos de que todas las fotos estén impresas y montadas en un lugar profesional y haya una intención en el montaje. De esta manera los participantes no solo muestran ¡y venden! sus fotografías sino que también aprenden a armar una exposición. La inauguración será el martes 6 de diciembre y estará colgada durante un mes.
Precisamente iba a preguntarte: también dictás talleres de fotografía junto a tu padre. ¿Qué te interesa especialmente transmitir?
Con Michel, mi papá, damos varios talleres de fotografía diferentes. Enseñamos desde cómo utilizar una cámara, para aquellos que llegan sin ningún conocimiento, hasta trabajar el vínculo con actores para fotografiarlos o realizar un proyecto fotográfico. Pero la idea pilar de todos nuestros talleres es enseñar a mirar, fotografiar no es difícil, el desafío está en poder transmitir algo a partir de nuestras imágenes. Los ayudamos a que puedan ver más allá de lo evidente, a comprender todo lo que una imagen puede transmitir. Los guiamos para que cada uno pueda encontrar su propia manera de mirar, un modo personal de fotografiar. Enseñamos desde nuestros años de experiencia, no desde un lugar estructurado, estamos atentos a lo que nuestros alumnos necesitan. En definitiva la fotografía es un poco como la escritura: no por saber escribir uno es escritor o poeta; del mismo modo que no por sacar fotos se es fotógrafo. Se trata de tener algo que decir.
Michel y Claudia Marcu en la inauguración de la reciente muestra en el Borges.