Luis Agote: el invalorable aporte argentino a la ciencia
El 9 de noviembre se cumplieron 106 años de un acontecimiento que marcó un hito en la historia de la Medicina a nivel mundial: la primera transfusión indirecta de sangre que logró evitar la coagulación del fluido en el recipiente que lo contenía gracias al agregado de citrato de sodio. El autor del descubrimiento fue el investigador y médico argentino Luis Agote, quien efectuó dicha prueba en el Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson, en la ciudad de Buenos Aires. Por este hecho, el 9 de noviembre se celebra en todo el país el Día Nacional del Donante Voluntario de Sangre, de acuerdo a lo dispuesto por la Ley 25.936 promulgada en 2004.
Agote nació el 22 de septiembre de 1868 en Buenos Aires. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1887, en la cual se graduó de médico en 1893 con una tesis sobre hepatitis supurada. En 1894 asumió como Secretario del Departamento Nacional de Higiene y al año siguiente se hizo cargo de la dirección del hospital de la isla Martín García. Pasó por diversas instituciones como el Hospital San Roque, el Hospital de Clínicas y el Hospital Rivadavia. En 1899 fue designado Médico de Sala del Hospital Rawson, donde más tarde fue Jefe de Sala. Asimismo ejerció la docencia. En 1905 fue nombrado Profesor Suplente en la Facultad de Medicina llegando a ser, diez años después, Profesor Titular de Clínica Médica, cátedra que mantuvo hasta su jubilación en 1929. También fue docente en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1914 fundó el Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson, en el cual llevó a cabo un vasto programa de investigación, enseñanza y asistencia a enfermos.
Para ubicar en contexto el excepcional descubrimiento de Agote debemos señalar que todavía a comienzos del siglo XX se practicaban transfusiones directas porque era imposible conservar la sangre extraída inalterada para su posterior uso. Al cabo de pocos minutos (de seis a doce) comenzaba su coagulación, manifestada inicialmente en un aumento gradual de viscosidad que terminaba con su casi completa solidificación. En esa época la transfusión se efectuaba conectando la arteria del dador con la vena del receptor a través de una complicada intervención quirúrgica. Se necesitaba un lugar con asepsia extrema, no se podía medir con precisión la cantidad de sangre transferida, el dador necesitaba mucho tiempo para recuperarse y se exponía a riesgos como infecciones, embolias y trombosis.
Preocupado por el problema del difícil dominio de las hemorragias en los pacientes hemofílicos, Agote, junto a su laboratorista Lucio Imaz, comenzó a trabajar para encontrarle una solución al obstáculo de la coagulación. Durante todo 1914 realizó innumerables experimentos in vitro y en animales en pos de un método seguro y eficaz para hacer incoagulable la sangre destinada a ser transfundida. Ya se había intentado sin éxito colocarla en recipientes especiales. También había fracasado la alternativa de mantenerla a una temperatura constante. Agote emprendió otro camino: buscar algo que agregado a la sangre evitara su coagulación. Probó diversas sustancias sin resultados positivos hasta descubrir que el citrato de sodio -una sal derivada del ácido cítrico- sí impedía la formación de coágulos. Ésta parecía ser la sustancia clave, ya que es inocua aunque sea incorporada en grandes dosis al organismo. El paso siguiente fue probar su viabilidad.
En efecto, la primera transfusión en el mundo con sangre citratada fue realizada el 9 de noviembre de 1914 en el Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson por el Dr. Ernesto Merlo y bajo la supervisión del Profesor Agote. El transfundido fue un paciente con tuberculosis pulmonar que había sufrido una gran pérdida de sangre y el dador fue Don Ramón Mosquera, portero del Instituto. El enfermo, totalmente restablecido, fue dado de alta tres días después. El resultado exitoso llevó a Agote a hacer público su método. Así fue que el 14 de noviembre del mismo año, en el aula del Instituto, ante las autoridades universitarias y municipales, y con la presencia de académicos, profesores y numerosos médicos, se efectuó la primera transfusión pública de sangre citratada a una parturienta que había padecido una anemia aguda por una hemorragia causada por placenta previa. Se le inyectaron 300 cc de sangre de un donante. Tres días después la paciente se recuperó y pudo abandonar el hospital. De esa manera quedó demostrado que existía una técnica por la cual la sangre podía ser extraída, almacenada y transportada para su utilización en los pacientes sin peligro de coagulación.
Agote consideró que el hallazgo pertenecía a la humanidad y no lo patentó. En una actitud que denota su costado solidario, el médico se apuró a comunicar el método descubierto a las representaciones diplomáticas de los países intervinientes en la Primera Guerra Mundial para que pudiera ser aplicado en los heridos de la contienda. Le dio una amplia difusión a su investigación a través de instituciones universitarias y de la prensa. Por ejemplo, inmediatamente el periódico New York Herald publicó una nota referida al tema.
Posteriormente se desató una polémica acerca de la prioridad del descubrimiento. El médico norteamericano Richard Lewisohn y el belga Albert Hustin pretendieron apropiarse del mismo, no logrando su cometido. Por lo expuesto por el propio Agote y con la conformidad de eminentes médicos e investigadores europeos, quienes se basaron en las constancias de los documentos, las fechas y las circunstancias que precedieron al acontecimiento, se llegó a la conclusión de que el descubridor del método anticoagulante fue el profesor argentino.
La trayectoria de Agote no se limitó a las labores científicas y sanitarias sino que también desarrolló una importante actividad política. En 1894 fue electo diputado provincial, y en 1914, senador provincial de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Fue diputado nacional en dos oportunidades: 1910-1914 y 1916-1920. En este sentido, fue autor de algunas leyes relevantes como la creación de la Universidad Nacional del Litoral, la anexión del Colegio Nacional de Buenos Aires a la Universidad de Buenos Aires, la creación del Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes, y del Patronato Nacional de Ciegos.
Escribió textos médicos, literarios e históricos. Entre sus libros pueden mencionarse: Nuevo método sencillo para realizar transfusiones de sangre (1914); Estudio de la higiene pública en la República Argentina (memoria del Departamento Nacional de Higiene); La úlcera gástrica y duodenal en la República Argentina (1916); La litiasis biliar (1916); Lecciones de Clínica Médica; La peste bubónica en la República Argentina; Nerón, los suyos y su época (1912, una psicopatología del emperador romano); Augusto y Cleopatra; Mis recuerdos (relato autobiográfico) e Ilusión y realidad (poema).
A lo largo de su vida recibió múltiples distinciones, entre otras: Profesor Honorario del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Universidad de Buenos Aires; Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina; Presidente Honorario de la Academia Nacional de Bellas Artes, de la Asociación Tutelar de Menores y del 8º Congreso Nacional de Medicina. En 1916 la República de Chile le otorgó la Orden al Mérito.
Agote falleció en la localidad de Turdera, Provincia de Buenos Aires, el 12 de noviembre de 1954, a los 86 años. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.
Para honrar su contribución a la Medicina se bautizó con su nombre a una calle (en el barrio de Recoleta), una Escuela Nacional de Comercio, el Instituto Modelo de Clínica Médica, el Instituto Nacional de Protección de Menores, el Centro de Hemoterapia del Hospital de Clínicas -todos de la ciudad de Buenos Aires- así como a escuelas primarias, centros de hemoterapia y bancos de sangre de todo el país.
Laura Brosio
FOTO: Luis Agote