Manuel Belgrano y la Revolución de Mayo
Por Josefina del Solar –
En un apunte anterior de los que estamos incluyendo en estas páginas sobre el General Manuel Belgrano, comentábamos que su período de estudios en España entre 1786 y 1793, en años de grandes cambios en la política y las ideas en Europa, iban a calar fuertemente en él, con gran incidencia en su accionar posterior. El mismo resalta en sus Memorias el influjo de esas ideas: “Como en época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas (…) se apoderaron de mi las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente”. Están ya presentes en esas expresiones de Belgrano los conceptos de una libertad que era inherente al ser humano, y de un derecho natural al cual las personas debían tener acceso. Esas ideas se tradujeron claramente en su accionar como Secretario del Consulado, en el que propició la libertad de comercio. Pero también su pensamiento iba a concluir en que un sistema como el del dominio de estos territorios americanos por parte de la Metrópoli española no sólo no convenía al comercio sino tampoco correspondía políticamente.
Sabido es que las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 fueron un antecedente importante para la afirmación de una idea de independencia del poder español en el Río de la Plata. Belgrano interviene también en esos acontecimientos, que van a ser determinantes de nuevas realidades para los habitantes de este territorio. No significa esto que después de expulsar a los ingleses hubiera aquí inmediatamente una idea clara de independencia. Pero sin duda al haber triunfado sobre un ejército de ocupación de una potencia, y haberlo logrado sin ayuda o más bien con la ausencia de la Metrópoli, dio a los habitantes del Río de la Plata una dimensión diferente de sus propias posibilidades. También el resultado de las invasiones hizo que el Virrey Sobremonte fuera reemplazado por Liniers, héroe de la Reconquista, y además que emergiera en Buenos Aires un grupo militar de carácter local, comandado por Saavedra, entre otras condiciones favorables para la búsqueda de cambiar el sistema de dominación que imperaba por estas tierras. Belgrano va a estar a la cabeza de esas tendencias, aunque, según sus propias palabras tenía también cierto escepticismo de que pudiera darse rápidamente. Pero los hechos iban a traer la oportunidad para diera comienzo un proceso de cambio fundamental. Lo expresa Belgrano en sus Memorias: “¡Tales son en todo los cálculos de los hombres! Pasa un año, y he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos”. Se trataba de la invasión de Napoleón a España, con el consiguiente reemplazo -en una compleja situación- del rey Fernando VII por José Bonaparte. El caso es que, mientras en España se conforman juntas en los diferentes distritos, que van asumiendo en nombre de Fernando VII la resistencia al poder francés, llega a Buenos Aires la noticia de lo ocurrido produciendo una verdadera efervescencia, ya que al ser estas tierras de domino español, su suerte estaba ligada indudablemente a los acontecimientos de la Península, y estos privaban de legitimidad al gobierno de la Metrópoli. El dilema era qué actitud tomar al respecto: si hacer como en España una profesión de fidelidad al rey prisionero Fernando VII, si continuar considerándose españoles pero con una conducción local propia, y de ser así si iba a ser con un régimen monárquico o uno republicano; o si debía aprovecharse plenamente la caducidad jurídica del poder real que había nombrado a las autoridades locales para romper definitivamente los lazos con la Metrópoli. Esas actitudes posibles van a delinear las diferentes corrientes de pensamiento que se conformaron aquí a partir del cambio en la corona española. Lo que es decir que esas diferencias se iban a traducir en grupos políticos que se formaron y pugnaron entre sí para imponer su proyecto.
También hay que recordar, para comprender algo más de la compleja situación, que existían diversas amenazas de dominación sobre estos territorios, más allá del debilitado poder español. Inglaterra hacía tiempo que planeaba una nueva invasión, aunque va a desistir de esto al aliarse con España contra Napoleón. Francia, dominando a España, aspiraba a hacerlo también con sus colonias. Mientras, en Brasil se había instalado la corte portuguesa que había huido de la invasión napoleónica. La esposa del regente de Portugal, la princesa Carlota Joaquina, era hermana de Fernando VII.
La llegada a Buenos Aires en 1809, con pocos días de diferencia, de un enviado de Napoleón, el Marqués de Sassenay; y de José Manuel de Goyeneche de parte de la Junta con sede en Sevilla, ambos con la intención de garantizar el respectivo control de este territorio, hace imprescindible una definición de la actitud a seguir. Así para algunos, un cambio posible era el de un gobierno encabezado por la princesa Carlota, y Belgrano asume esa postura. Explica con sus palabras que viendo “a los americanos prestando una obediencia injusta a unos hombres que por ningún derecho debían mandarlos, traté de buscar los auspicios de la Infanta Carlota, y de formar un partido a su favor, oponiéndome a los tiros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos; (…) Solicité entonces, la venida de la Infanta Carlota, desde 1808 hasta 1809 sin que pudiese recabar cosa alguna”.
En ese contexto la Junta Central de España designa un nuevo virrey para el Río de la Plata como reemplazante de Liniers: Baltasar Hidalgo de Cisneros llega a Buenos Aires en julio de 1809, generando nuevas tensiones con su presencia. Belgrano gestiona que no se lo reconozca a Cisneros, quien asume de todos modos, y allí se desencadena la opción de un cambio. Se realizan reuniones secretas para concretarlo, en las que participa activamente Belgrano, contando entonces ya con el apoyo militar encabezado por Saavedra.
Así se llega a mayo de 1810, con la noticia de que las tropas de Napoleón habían tomado Sevilla. Ya no quedaba nada del gobierno de resistencia español, y el mismo Cisneros debe reconocer la situación. Se exige la reunión de un Cabildo Abierto, que se celebra el día 22 de mayo. Al día siguiente se conforma una junta presidida por Cisneros, pero las reacciones que provoca esto hacen que el día 25 se establezca finalmente una Junta que se constituye en el primer gobierno elegido íntegramente en este territorio. Dice el acta de ese histórico día, que “… comparecieron los Señores Presidente y Vocales de la nueva Junta Provisoria gubernativa, D. Cornelio de Saavedra, Dr. D. Juan José Castelli, Licenciado D. Manuel Belgrano, D. Miguel de Azcuénaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu y D. Juan Larrea; y los Señores Secretarios Dr. D. Juan José Passo y Dr. D. Mariano Moreno, quienes ocuparon los respectivos lugares que les estaban preparados”. Manuel Belgrano integra así el Primer Gobierno Patrio, con el que se inicia una etapa diferente aunque no menos difícil de la historia argentina.
ILUSTRACIÓN: La Primera Junta de Gobierno, elegida el 25 de Mayo de 1810. El primero a la derecha: Manuel Belgrano.