Después de las obras de puesta en valor, reabrió el Museo Ferroviario
Después de permanecer cerrado un año y medio por obras de puesta en valor, a mediados de octubre reabrió sus puertas el Museo Nacional Ferroviario Raúl Scalabrini Ortiz. El Museo, creado en 1971, se encuentra en Avenida del Libertador 405 y forma parte de Trenes Argentinos Infraestructura, dependiente del Ministerio de Transporte de la Nación. Se dedica a conservar, restaurar y exhibir objetos históricos sobre los trenes argentinos. Cuenta con una variedad de colecciones únicas, de carácter excepcional, que se despliegan en sus 500 m² de superficie, donde se exponen más de 1.000 piezas a través de un recorrido ágil y funcional.
El Museo se halla en la planta baja de un edificio histórico patrimonial de 1915 donde funcionó el Galpón número 1 del Ferrocarril Central Argentino, un playón de cargas que se construyó como centro de operaciones ferroviario. En tanto, en el entrepiso se encuentra el renovado Centro de Estudios Históricos Ferroviarios, en el cual se preserva parte de la documentación histórica, fototeca y hemeroteca que resume más de 160 años de historia de nuestros ferrocarriles. Esta sección, además de estar abierta a todo el público, es especialmente consultada por estudiantes e investigadores.
La remodelación integral del edificio, de 5100 m² de superficie, se realizó en tres etapas y demandó casi cinco años, con una inversión total de 6.450.000 dólares.
Javier Mayorca, gerente de Comunicaciones y Relaciones Institucionales de Trenes Argentinos Infraestructura brinda detalles acerca de las reformas efectuadas: “Cuando asumió el presidente Mauricio Macri, en 2015, una obra que se había iniciado el año anterior estaba parada. La obra consistía en remodelar los pisos superiores del edificio pero todavía no había un proyecto para el Museo en sí mismo. Los visitantes no podían usar los sanitarios y el personal debía usar baños químicos. Esa obra parada no se pudo continuar por incumplimiento del contratista. Con la nueva gestión, se rescindió el contrato y se volvió a licitar la obra, que consistía en la recuperación de la fachada, de las aberturas y la puesta en valor de los pisos 3 y 4 del edificio, además de la construcción de una oficina y baños para el Museo. Esa primera obra finalizó en 2017. Se habilitaron los pisos superiores para oficinas de uso de Trenes Argentinos en el área técnica, de obras. Después se licitó la puesta en valor del museo propiamente dicho”.
Entre las mejoras realizadas, se renovó la fachada para devolverle el brillo original en cuanto a forma, color y diseño; se colocó un techo en el ingreso; se restauraron el hall de ingreso y las salas de exposiciones; se incorporaron baños públicos, puertas de emergencia y se restauraron los pisos. Las obras incluyen la construcción de un entrepiso para el área de documentación, nuevos accesos y escaleras para mejorar el ingreso, que cuenta con rampas para personas con movilidad reducida. Además, se incorporaron oficinas y baños exclusivos para el personal.
En cuanto a las reformas en el Museo propiamente dicho, la idea fue darle una nueva estética para que se puedan lucir los objetos que están en exhibición. Es decir, darle una lógica de ordenamiento con una óptica más ferroviaria en la cual estén separadas las especialidades del ferrocarril. Así, la muestra se organiza en base a los distintos rubros ferroviarios como talleres y fábricas; vía y obra; comunicaciones, con aparatos de telegrafía Morse antiguos; áreas dedicadas a pasajeros, con muestras de coches de lujo con sus vajillas de época; modelos y maquetas de material rodante de nuestra historia, entre otras piezas de valioso patrimonio histórico. Gracias a estos cambios, la exposición se jerarquizó y se volvió más dinámica, didáctica y visualmente atractiva que antes. Está muy bien señalizada, tiene una lógica integral que permite a los visitantes recorrerla por sus propios medios, sin necesidad de un guía, si bien se pueden contratar visitas guiadas.
Iniciamos la visita guiada por el Museo, conducida con amabilidad y conocimiento por los guías Lauro y Rubén. Apenas atravesamos la puerta enrejada del edificio, a la intemperie, nos encontramos con una locomotora a vapor Hunslet Engine Co que prestó servicio en el frente de combate durante la Primera Guerra Mundial y perteneció al Ferrocarril General Urquiza. En la entrada también se halla una zorra de vía a motor, que transportaba varias personas para detectar desperfectos; era usada con el fin de inspeccionar las vías. A estos elementos se suman una caldera de principios del siglo XX que perteneció a la Estación Retiro de la línea Mitre, un motor a vapor de finales del siglo XIX y un riel Barlow fabricado en Inglaterra en 1849.
Ya en el interior del Museo, vemos una colección de maquetas de distintas locomotoras, desde las más antiguas hasta los proyectos de electrificación del ferrocarril Roca (1985). En este sentido, nos sorprende una gran maqueta de la locomotora a vapor Vulcan FoundryPacific, que hacía viajes de larga distancia desde Buenos Aires a Bariloche. Una bonita y delicada pieza es una maqueta –realizada con fósforos- de la locomotora La Porteña, que fue la primera locomotora de Argentina e hizo su primer viaje al público el 30 de agosto de 1857.
Luego observamos la réplica de una antigua boletería, un libro de tarifas de 1934 y una impresora de boletos construida entre 1926 y 1930 que podía imprimir entre 250 y 300 boletos por minuto.

Se puede apreciar una bicicleta de vía –vehículo de trocha ancha- que era usada por el personal del telégrafo para recorrer parte de la sección de vía y así inspeccionar el estado de los cables del telégrafo para la comunicación. También debe destacarse la presencia de un auto de vía Drewry fabricado en Londres a comienzos del siglo XX, destinado a transportar personal técnico jerárquico especializado en la inspección de vías y la detección de fallas.
En una vitrina resplandece la lujosa vajilla del coche presidencial. Vemos, además, máquinas para hacer helado y manteca, una raviolera y una juguera.
Un objeto que llama la atención por su gran dimensión y su extraña forma es el rectificador de arco de mercurio, de la década del 20, que servía para rectificar la corriente alterna en corriente continua para alimentar a los trenes. Asimismo, podemos ver un carro extintor de incendios de principios del siglo XX y una noria para extraer agua. También se exponen un banco de sala de espera del Ferrocarril Argentino y una réplica de la oficina del jefe de estación.
En relación a las comunicaciones, el Museo atesora una maqueta del sistema de señales, un tablero de comunicaciones, telégrafos, un conmutador telefónico de 1910, teléfonos de pared a magneto de 1895 que se utilizaban para la comunicación entre las estaciones y las oficinas del sistema ferroviario.
Otros objetos que exhibe el Museo son un reloj fichador del Ferrocarril Noreste, aisladores de cables, boletos antiguos, campanas de estación, un piano vertical Jewett de 1920 –los pasajeros escuchaban música en los coches salón de larga distancia-, un fuelle para trabajar el metal, un freno automático al vacío, una salamandra de furgón, una leñera, cornetas de bronce, un farol de estación con mechero a carburo o aceite de 1914, herrajes de coches de primera clase, un amperímetro para medir la intensidad de la corriente eléctrica, un torno a pedal del siglo XIX para rectificar o reparar piezas, un modelo de caldera y cilindro proveniente de la línea Belgrano, medidores de consumo de gas, energía y electricidad, viejas lámparas utilizadas para indicar la llegada del tren, bocinas de locomotoras, gorras de uniformes del personal.
Dentro de la muestra hay una línea de tiempo explicativa con fotos que abarca desde el primer tren hasta las últimas obras que se realizaron.
Como cierre de la visita, nos dirigimos al sector posterior del Museo donde recorrimos un coche pullman, un coche bar y un coche presidencial, todos de 1955. En el caso de este último, se trata de un modelo fabricado en Holanda que había encargado Juan Domingo Perón durante su segundo mandato, justo antes del golpe de estado que lo sacaría del poder. Durante su visita al país, en 1982, el Papa Juan Pablo II se trasladó en ese coche para ir a la Basílica de Luján.
Así culminó este viaje placentero y fascinante por el mágico mundo de los trenes argentinos. Sin duda, el museo es de visita obligatoria para todos aquellos que deseen aprender y apropiarse de la historia ferroviaria de nuestro país.
El museo abre de lunes a domingo de 9 a 17. Está cerrado los feriados. Tanto la entrada como la visita guiada son gratuitas.
Laura Brosio
FOTO de arriba: Fachada del Museo Ferroviario