Kim Yun Shin, artista coreana. Una muestra reciente y un diálogo con La Gaceta
- Por Josefina del Solar
– La muestra reciente de la artista coreana Kim Yun Shin, realizada en el ciclo Pura Madera que lleva adelante la empresa Cetol, nos acercó a esta mujer que es arte puro, e intérprete mediante nos permitió dialogar con ella.
Kim Yun Shin nació en 1935 en la ciudad de Wonsan, hoy Corea del Norte. Estudió Bellas Artes en la Universidad Hongik en el centro de Seúl y luego se perfeccionó en París. Inició su recorrido artístico a principios de los años ´60 con su primera exposición individual en Seúl, luego siguieron exhibiciones, grupales e individuales, en Estados Unidos, México, Brasil, Japón, Francia, China, Corea y Argentina. En 1984 decidió migrar precisamente a la Argentina, luego de ser cautivada por la riqueza y variedad de los árboles que aquí podía encontrar, y desde entonces reside en nuestro país. Tiene una sala permanente dedicada a su obra en el Centro Cultural Coreano, inaugurado hace unos meses en la calle Maipú 972, en Retiro.
Su obra comienza explorando la tridimensionalidad. Convierte en esculturas trozos de Lapachos, Caldenes, Quebrachos, Algarrobos y Palosantos donados por amigos y colegas. Con su trabajo, la artista busca interpretar el arte sin imponerse ante el mismo, realizando el ejercicio de buscar la verdad y ser finalmente humana. Además, lleva la naturaleza a un terreno simbólico en donde lo espiritual siempre está presente, basándose en la traducción de su apellido, donde “Yun” se usa para referirse a lo real mientras que “Shin” es lo espiritual.
¿Cómo comenzó su vocación artística?
– No hubo un momento en que dijera: “quiero ser artista”. Siempre supe que iba a serlo.
Crecí en la ciudad de Wonsan (hoy Corea del Norte), en plena ocupación japonesa. Era una ciudad con muchos bosques de pinos, a mí me encantaba recorrerlos y mirar al cielo, uniendo las púas de los árboles con las nubes. Era mi mundo ideal. Es ahí donde quiero permanecer siempre, y por eso trabajo con árboles, dándoles formas totémicas y utilizando colores, que me rememoran mi infancia.
¿Qué busca expresar a través de su pintura?
– Busco representar mi mundo ideal. Mi infancia entre los bosques de pinos.
Mi obra simboliza mi búsqueda espiritual personal. El tamaño y los cortes geométricos junto con la orientación vertical de mis esculturas responden a la concepción lineal de entender el tiempo. Mantener las cortezas y las imperfecciones propias de la madera, es mi manera de expresar el respeto por la naturalidad del material.
¿Qué elementos de su nacionalidad coreana están presentes en su arte?
– Principalmente las formas totémicas de las esculturas, eso se relaciona con mis recuerdos de niña. A los 5 años, me llamaron la atención unas esculturas hechas con troncos de madera que vi en la entrada de mi pueblo. Tenían forma de tótem y rasgos humanos. Me explicaron que estaban allí para ahuyentar y dejar fuera los malos espíritus. Aquellas figuras se quedaron en mí. Por otro lado, también uno de los recuerdos más bellos que tengo es el de mi madre llenando un cuenco de agua fresca y limpia, instancia en a la que la acompañaba pedir, a los espíritus, por mi hermano que había ido a la guerra, frente a una pequeña torre con piedras apiladas que iba armando.
El uso de los colores también está relacionado con un principio filosófico coreano, llamado Obangseak, que relaciona los colores con la espiritualidad.
¿Ha cambiado algo de todo eso en su presencia en la Argentina?
– Por supuesto, hay un cambio de escalas que fue crucial, que me llevó a reemplazar las herramientas. En Corea utilicé solo el cincel, el serrucho y el martillo, y aquí debido a la naturaleza grande de los troncos no se los puede tratar con esas herramientas, por ello, debí utilizar otro tipo de instrumento que me permitiera trabajar.
Así puedo crear espacios de una sola vez. Logré trabajar con más brío, y es allí donde reside esta energía y coraje que viene acompañado de una naturaleza distinta. Comencé a utilizar otro tipo de árboles, más variados como Lapacho, Algarrobo, Caldén y Palo Santo.
Lo morfológico y los procesos cambiaron totalmente desde que elegí vivir en Argentina, y aunque el trabajo con la corteza del tronco se mantiene igual, la forma de encarar el trabajo se transformó en otra completamente distinta, y fue para mí una oportunidad, la de sacar de mi interior todo con más generosidad y así poder mostrarlo.
¿Tiene alguna influencia que pueda señalar?
– Mis grandes influencias fueron mis profesores de la universidad, Yoo Hyo, Yoo Hyo Jung y Kim Kyung Sung. En París puntualmente hubo dos profesores que fueron fundamentales, George Daiess y Croguin que dictaban las clases de escultura y grabado. Pero mi principal influencia fue el profesor Kim Won. Por él comencé a dedicarme al arte.
¿Y otros artistas coreanos que le interesen?
Mis profesores, los que te mencioné anteriormente.
¿Cuáles son sus proyectos a futuro?
Me gustaría poder recorrer Norte, Sur, Este y Oeste de la Argentina, en busca de las mejores maderas para seguir creando esculturas mientras tenga fuerzas para hacerlo, ya que cuando yo ya no esté mi obra será mi legado.